El fútbol portugués viste hoy un luto que, lejos de ensombrecer, realza la memoria de una figura notable: Carlos Barbosa. Quien fuera presidente del FC Paços de Ferreira entre 2010 y 2014, nos ha dejado, pero su legado permanece grabado con letras de oro en la historia de un club y una comunidad. No se trata simplemente del adiós a un directivo; es el reconocimiento a la visión, la pasión y la audacia de un hombre que demostró que, en el deporte, lo improbable es, a veces, solo una cuestión de perspectiva y buena gestión.
El FC Paços de Ferreira no es un gigante del fútbol luso; es, más bien, un ejemplo de perseverancia desde una ciudad de tamaño modesto. Históricamente, su lugar natural en la Liga Portugal solía estar en la pugna por la permanencia o, en el mejor de los escenarios, una posición cómoda en la mitad de tabla. Sin embargo, bajo la presidencia de Carlos Barbosa, el equipo vivió una metamorfosis. Una transformación que no se basó en el dispendio de capital inagotable, sino en una dirección estratégica, la cercanía con el entorno y un profundo compromiso con el desarrollo del fútbol local.
Nacido en el propio Paços de Ferreira en 1963, Barbosa era un hombre de la casa, un engranaje vital en el tejido social y deportivo de su ciudad. Su liderazgo trascendió el despacho; era un dirigente cercano a la comunidad, un embajador incansable del “Ferreira” y un defensor del crecimiento del fútbol portugués en su conjunto. Pero, ¿qué llevó a este presidente a la estratosfera de la atención futbolística europea?
La Temporada Inolvidable: Cuando el David de Paços se midió con los Goliat de Europa
Fue en la temporada 2012-2013 cuando el sueño de muchos se materializó de la forma más inesperada. Bajo su tutela, el `Ferreira` se alzó con un histórico tercer puesto en la Liga Portugal Betclic. Un logro que desafió las lógicas del presupuesto y la tradición, un verdadero golpe de timón que permitió al modesto club pacense asomarse a la élite europea: ¡la UEFA Champions League! Imaginen la cara de los grandes de Europa al ver que su bombo podía emparejarlos con un equipo de poco más de 55.000 habitantes. Una ironía deliciosa, sin duda, que recordaba a aquellos tiempos románticos donde la sorpresa era una constante bienvenida.
Este hito no fue solo un triunfo deportivo; fue una inyección de orgullo, una bandera ondeando en lo más alto para una comunidad que se vio reflejada en el esfuerzo y la resiliencia de su equipo. La gestión de Barbosa permitió que jugadores y cuerpo técnico operaran en un ambiente de estabilidad y ambición, cultivando un equipo que, por una temporada, escribió su propio cuento de hadas. Es un testimonio palpable de que la dedicación, la planificación y una pizca de valentía pueden mover montañas, incluso en un deporte tan regido por las cifras como el fútbol moderno.
La Liga Portugal, en un gesto de profundo respeto, ha extendido sus más sentidas condolencias a la familia enlutada y, de manera especial, a todos los aficionados del FC Paços de Ferreira. La partida de Carlos Barbosa deja un vacío, sí, pero también un eco. Un eco que resuena con el bramido de una afición celebrando un tercer puesto inimaginable, con el himno de la Champions League sonando en la modesta capital del mueble. Un recordatorio perpetuo de que los líderes visionarios, aquellos que entienden el alma de sus clubes, pueden, contra todo pronóstico, transformar un modesto equipo en una leyenda.
Mateo Beltrán 
Urbano Salas