El Chelsea lo ha logrado. Campeones del mundo. Un título que, en el papel, suena a la culminación de un proceso, la confirmación de una hegemonía. Los cánticos de la afición resuenan con el eco de Levi Colwill, quien, con la euforia de la victoria del Mundial de Clubes aún fresca, proclamó que ganar los grandes trofeos es simplemente “un requisito” para vestir la camiseta azul, siguiendo la estela de leyendas como John Terry o Frank Lampard. La goleada por 3-0 al PSG en la final, ejecutada con una agresividad, organización y audacia casi quirúrgicas bajo la batuta de Enzo Maresca, ciertamente pintaba un cuadro de futuro brillante. Pero, ¿es este brillo un reflejo constante o solo el destello de un meteoro particularmente espectacular?
La Dulce Melodía de la Victoria Continental (y Mundial)
La vitrina del Chelsea se engrosa con el Mundial de Clubes y, si se nos permite el guiño, la Conference League. Hay algo innegablemente seductor en la idea de un equipo que conquista el orbe futbolístico, incluso si el camino estuvo, para ser justos, salpicado de algunas “rupturas favorables” en el torneo de clubes. La fortuna quiso que el Benfica se deshiciera del Bayern Múnich, y que Al-Hilal y Fluminense limpiaran el camino de gigantes como el Manchester City y el Inter. Sí, el Fluminense, un equipo que, según Opta, se sitúa en un escalafón de calidad similar al Coventry City o el Elche. Nada de esto resta mérito a la brillantez con la que los Blues desmantelaron a unos campeones de Europa como el PSG, quienes, a pesar de su posesión, apenas tocaron el balón en el área rival. Fue una actuación majestuosa, sí, pero también una anomalía.
El Crudo Despertar en la Premier League
Aquí es donde la realidad golpea con la fuerza de un balonazo a quemarropa. El problema del Chelsea no es su capacidad para brillar en noches puntuales, sino su inconsistencia en el maratón de 38 partidos que es la Premier League. La temporada pasada, el equipo de Maresca finalizó a unos desalentadores 15 puntos del Liverpool, lejos de la contención por el título que algunos ingenuos (o ilusionados) vislumbraban a mitad de campaña. La tabla final reflejó mejor la realidad: cómodamente en la zona media-alta, pero a años luz de la cima.
Los números no mienten y, en el fútbol, rara vez lo hacen con elegancia. El Chelsea no marcó suficientes goles la temporada pasada (64), y aunque su defensa fue la tercera mejor de la liga con 43 tantos encajados, un registro defensivo estelar es indispensable cuando la ofensiva no es un torrente. Su diferencia de goles esperados (xG difference) de 21.16 fue menos de la mitad que la del Liverpool y considerablemente inferior a la de un Arsenal plagado de lesiones. Las victorias contra el “Big Four” de la temporada pasada (Liverpool, City, Arsenal, Tottenham) fueron una excepción, no la regla. Cuatro derrotas, un empate y solo una victoria destacada (un 3-1 contra un Liverpool ya coronado en la Premier) pintan un cuadro de inconsistencia.
La Paradoja de la Juventud y la Estrategia de Fichajes
Hay quienes defienden que el impulso del Mundial de Clubes se traducirá en un despegue en la Premier. Otros, más cautos (o cínicos), se preguntan cómo cinco semanas de descanso y preparación podrían compensar las deficiencias estructurales. Es cierto que se espera un crecimiento individual de esta plantilla notablemente joven. Pero la política de fichajes del Chelsea, basada en la adquisición de talentos jóvenes de 70 millones de dólares con “potencial” a largo plazo, suscita interrogantes.
Joao Pedro, por ejemplo, tuvo un buen inicio en Estados Unidos, pero si eliminamos los penaltis, sus estadísticas en las últimas dos temporadas de la Premier League son modestas: 10 goles en 58 partidos, con un promedio de 2.5 tiros y 0.3 xG por cada 90 minutos. Nicolas Jackson, con 24 goles, 2.78 tiros y 0.55 xG, ofrece mejores números y ahora se le vincula con el Manchester United y el AC Milan. La llegada de Jamie Gittens como opción en la izquierda, donde el Chelsea ha luchado por encontrar al hombre adecuado, plantea una pregunta incómoda: ¿su trayectoria “impresionante” en una liga más fácil se traducirá en un nivel superior al jugador al que reemplaza (Noni Madueke)? Es difícil sacudirse la sensación de que, en ocasiones, se reemplaza una promesa por otra promesa similar, en lugar de un salto de calidad palpable.
Aquí reside una de las mayores curiosidades del enfoque del Chelsea, especialmente con el dinero del Mundial de Clubes quemándoles los bolsillos. Existe una oportunidad clara para desviarse brevemente del modelo de “jóvenes con potencial” y apostar por la calidad de estrella consolidada. Imaginemos un intercambio de Jackson por un delantero de nivel Victor Osimhen, la adquisición de un central de élite para anclar la defensa, y un portero de la estratosfera. Entonces, sí, tendríamos un equipo que marcaría todas las casillas.
El Núcleo Brillante y el Camino por Delante
A pesar de las dudas estratégicas, el futuro luce increíblemente brillante para cualquier equipo que cuente con Moises Caicedo como ancla y Cole Palmer como chispa creativa. A su alrededor, hay piezas de gran calidad como Reece James, Marc Cucurella y Enzo Fernández, por nombrar algunos. El Chelsea no está tan lejos de entrar en la conversación por el título, incluso si su departamento de reclutamiento parece, en este momento, no estar haciendo los movimientos óptimos para llevarlos allí.
En definitiva, mientras el punto más alto del Chelsea sea un equipo capaz de desarmar a los campeones de Europa, por más “pesadas” que parecieran las piernas del PSG, hay razones para creer en la visión. Sin embargo, se necesitarán bastantes más partidos a este nivel de excelencia para que los “campeones del mundo” puedan aspirar, de manera realista, a ser los mejores en su propia tierra. La corona mundial es deslumbrante, pero el trono de la Premier League se gana con la consistencia implacable de los reyes.