La pretemporada en el fútbol de élite es mucho más que una serie de entrenamientos ligeros y partidos de exhibición. Es la piedra angular sobre la que se construye el éxito de una campaña. Es el período crucial donde la condición física se afina, las tácticas se graban en la mente de los jugadores y la química del equipo se forja. Un error en esta fase puede tener repercusiones en cadena, afectando el rendimiento, la moral y, en última instancia, los resultados. Y precisamente, este ha sido el foco de una aguda crítica dirigida al SL Benfica, uno de los gigantes del fútbol portugués, por parte de Cristóvão Carvalho, un candidato a la presidencia del club.
La Controvertida Planificación: Un Grito de “Amateurismo Puro”
Carvalho no se anduvo con rodeos. A través de sus plataformas en redes sociales, lanzó un ataque directo a la planificación de la pretemporada del Benfica, calificándola sin paliativos de “amateurismo puro”. ¿La razón principal de su indignación? La inexplicable decisión de la directiva de no programar partidos de preparación antes del crucial encuentro de la Supercopa, fijado para el 31 de julio. Una fecha que, según Carvalho, el propio club intentó aplazar, pero demasiado tarde y de forma ineficaz.
“La preparación de la temporada comenzó… con amateurismo. El Benfica aceptó disputar la Supercopa el 31 de julio, prácticamente sin haber hecho pretemporada. ¿Qué sentido tiene empezar la temporada oficial sin ritmo, sin compenetración, sin tiempo de trabajo? Un equipo con ambición europea y sed de títulos no puede aceptar jugar en serio sin estar preparado.”
La retórica de Carvalho es clara: la gestión actual no ha protegido al equipo ni ha defendido los intereses del club, exhibiendo una notable falta de previsión y rigor. Parece que, en un mundo donde cada detalle cuenta y la planificación estratégica es clave, el Benfica se ha permitido el lujo de la improvisación, una jugada maestra de autoboicot que roza la ironía para un club de su envergadura.
Las Consecuencias de una Pretemporada Fantasma
La ausencia de partidos de preparación no es un mero capricho. Implica una serie de desventajas tangibles que pueden costar muy caro:
- Falta de Ritmo de Competición: Por muy intensos que sean los entrenamientos, nada sustituye la exigencia de un partido real. Los jugadores necesitan minutos para alcanzar su pico de forma.
- Carencia de Comprensión Táctica: La pretemporada es el laboratorio donde se prueban y ajustan los esquemas tácticos. Sin partidos, el entrenador carece de datos y el equipo de la automatización necesaria.
- Riesgo de Lesiones: Entrar a competir sin la carga gradual y los minutos necesarios en las piernas aumenta exponencialmente el riesgo de lesiones musculares, un lujo que ningún club de élite puede permitirse.
- Integración de Nuevos Fichajes: Los nuevos jugadores necesitan tiempo para adaptarse a sus compañeros y al sistema de juego. Los partidos amistosos son vitales para acelerar este proceso.
Para un club como el Benfica, con aspiraciones a competir en la élite europea y a luchar por todos los títulos domésticos, iniciar la temporada con estas carencias es un despropósito. Es como un atleta olímpico que se salta las fases de entrenamiento y se presenta directamente a la final, esperando que el talento innato baste. El fútbol de élite, a veces, puede parecerse más a un partido de barrio que a un ajedrez estratégico, ¿verdad?
La Factura la Pagan los Socios y Jugadores
Carvalho subraya que, al final, quienes asumen las consecuencias de esta gestión deficiente son los socios y los jugadores. Los socios, que invierten su pasión y su dinero, ven cómo su equipo puede empezar la temporada en desventaja. Los jugadores, por su parte, se ven forzados a competir en condiciones subóptimas, lo que puede afectar su rendimiento individual y colectivo.
Este episodio en el Benfica no es solo una crítica puntual; es un recordatorio de la importancia vital de la planificación deportiva profesional en cada nivel de un club. Desde la directiva hasta el cuerpo técnico, cada decisión debe estar orientada a maximizar el rendimiento y proteger los intereses del equipo. La rigidez y la competencia no son opcionales, son requisitos. En un fútbol cada vez más globalizado y competitivo, donde los márgenes de error son mínimos, las ligerezas de gestión no solo se critican: se pagan con resultados.
La temporada ha comenzado para el Benfica, pero las palabras de Cristóvão Carvalho resuenan como un eco que cuestiona la solidez de sus cimientos. Solo el tiempo dirá si esta aparente “amateurismo puro” es una anécdota o el primer síntoma de problemas más profundos en la gestión de uno de los clubes más laureados de Portugal. Los aficionados, como siempre, esperan que la ambición finalmente se traduzca en éxito, no en excusas.