En el futuro, el Bolonia se convertirá en la nueva Atalanta, una proyección de una realidad hermosa del fútbol italiano. El Milán ya no es el Viejo Milán, ni siquiera el Normal de tiempos más recientes. Un equipo sin pies ni cabeza, que se postula para convertirse en la horrible decepción de esta temporada. Este es el veredicto del partido recuperado que consolida nuevas jerarquías en la lucha por un puesto en la próxima Europa League. El Bolonia podrá estar ahí, el Milán no.
Valoraciones dispersas sobre los rossoneri con pocas sonrisas, aunque, al menos esta vez, no es toda culpa de los habituales, los que ganaron el scudetto. Maignan y Theo esta vez no hacen nada malo, al contrario. Jiménez pasa una noche de alta tensión contra Domínguez y – visto en directo, no solo en la repetición – está culpablemente desatento en el destello de Cambiaghi en el gol del 2-1 de Ndoye. Toda la “culpa” también de Castro (aunque sustituido antes del gol decisivo), pero noche difícil también para la pareja central Thiaw-Pavlovic. Los dos mediocampistas delante de la defensa hacen lo posible, pero no brillan: Fofana está en su rol, Reijnders no. El holandés está claramente sacrificado en el altar de un Joao Felix poco más que guapo. Además de Reijnders, el otro sacrificado es Pulisic, a quien se le concede media hora demasiado limitada para la amplitud de su repertorio. Giménez hace poco, más bien muy poco e incluso sufre la sustitución (incomprensible) con el resucitado Jovic.
En cambio, noche estelar, al menos en la primera parte, para Rafa Leao, y no solo por el gol. Es uno de los pocos que se salvan del naufragio que implica al comandante portugués Conceiçao. Ya no hay historias que contar ni puros que fumar. Su Milán es peor que el de Fonseca. Tal vez no sea toda su culpa, pero hay que admitirlo con la debida sinceridad.