El reciente enfrentamiento en la Premier League entre el Arsenal y el Manchester City nos dejó mucho más que un simple resultado en el marcador. Fue una partida de ajedrez táctica, una historia de resiliencia y, para los Gunners, un dulce sabor a revancha. Exactamente 364 días después de que el City les arrebatara un punto con un gol tardío, el destino decidió equilibrar la balanza. Este no fue un empate cualquiera; fue una declaración, un mensaje enviado desde el norte de Londres que resonó en todo el fútbol inglés.
El Inicio Vacilante del Arsenal y el Golpe de Haaland
El partido comenzó con un Arsenal que parecía maniatado, lejos de la intensidad que se espera de un contendiente al título. La selección inicial de Mikel Arteta, en retrospectiva, podría describirse como conservadora, un experimento que se tradujo en una primera mitad poco inspirada. El mediocampo, compuesto por Mikel Merino, Declan Rice y Martín Zubimendi, carecía de esa chispa creativa necesaria para desmantelar la defensa rival. Los números hablan por sí solos: cuando Merino y Rice coinciden en el once, el promedio de goles esperados (xG) del Arsenal desciende significativamente. Esto no es una cuestión de si son “defensivos” o “atacantes”, sino si el equipo en su conjunto está configurado para explotar su superioridad potencial.
Mientras los Gunners se buscaban a sí mismos, el City, como suelen hacer los grandes, no perdonó. Un tempranero gol de Erling Haaland, después de una jugada en la que Gabriel fue superado, sirvió como un recordatorio brutal de la calidad del rival. Durante 31 minutos, el Arsenal no logró ni un solo disparo, mostrando una renuencia a comprometer hombres en ataque que resultaba desconcertante. Noni Madueke, con su chispa habitual, se encontró en una ocasión con el camino despejado, solo para descubrir que las camisetas rojas brillaban por su ausencia en el área rival. La ironía era palpable: el equipo local, con la necesidad de reaccionar, jugaba con una cautela que casi rozaba la inacción.
El Inesperado Repliegue de Guardiola: Cuando el Rey se Vuelve Defensor
Lo que ocurrió en la segunda mitad fue, quizás, lo más llamativo del encuentro. Pep Guardiola, el gurú del fútbol de posesión y ataque implacable, adoptó una postura defensiva que dejó a muchos boquiabiertos. Su equipo terminó jugando en un esquema 5-5-0, una anomalía en la filosofía del técnico catalán. El City concedió una proporción de posesión a sus oponentes como nunca antes lo había hecho bajo la dirección de Guardiola en un partido de liga. Permitieron 148 toques en el último tercio en la segunda mitad, más del triple que en la primera.
Guardiola mismo lo admitió: “A veces tienes que defender porque el oponente es mejor”.
Este cambio radical no fue casualidad. La fatiga se hacía evidente en el cuadro del City, que venía de una exigente victoria entre semana contra un Napoli con 10 hombres en la Champions League, manteniendo el mismo once titular por tercer partido consecutivo. La resistencia fue admirable, pero el precio fue ceder la iniciativa. El City intentó “sufrir con el balón” para asegurar la victoria, una estrategia que suele ser marca registrada de sus rivales, no de ellos. En esta ocasión, la táctica no les salió bien.
La Inyección de Energía: Los `Finalizadores` de Arteta Entran en Escena
Si la primera mitad fue un manual de lo que no debe hacerse, la segunda fue la demostración de la capacidad de Arteta para influir en el juego. Sus “finalizadores”, como él los llama, se convirtieron en los arquitectos de la remontada. Los cambios en el descanso, con la entrada de Bukayo Saka y Eberechi Eze, transformaron por completo la dinámica del Arsenal. Saka, incluso con limitaciones físicas, ofreció una mejora notable respecto a Madueke.
Pero fue Eze quien realmente encendió la chispa. Con una forma corporal perfecta para avanzar el balón, aportó una intención al ataque que Mikel Merino no había podido proporcionar. Su impacto culminó en un brillante pase elevado y filtrado para otro “impactador”, Gabriel Martinelli. La entrada de Martinelli, sumada a la de Saka y Eze, le dio al Arsenal la garra y el impulso que tanto necesitaban.
La jugada del gol fue una obra de arte simple pero efectiva: Eze recogió el balón sin presión excesiva, aprovechando la línea alta de la defensa del City. Su pase por encima de la defensa encontró a Martinelli, quien con un primer toque impecable controló el balón y lo elevó sutilmente sobre el guardameta rival. Un gol que, por su dramatismo y su simbolismo, valía mucho más que un simple punto.
El Dulce Sabor de la Revancha: Un Empate con Matices
El gol tardío de Martinelli no solo selló el empate, sino que también completó la narrativa de la revancha. Como dijo Guardiola con resignación: “Es una lástima, pero es fútbol, ¿verdad? La temporada pasada igualamos en el último minuto en el Etihad, hoy lo hicieron ellos en el último minuto”. Esta igualdad de circunstancias, esta reversión de roles, fue el verdadero botín para el Arsenal.
A pesar de que Arteta se mostró reacio a comparar este partido con el de la temporada anterior (donde jugaron con 10 hombres), la similitud en el resultado final y el momento del gol es innegable. Ambos equipos, en diferentes momentos, intentaron aferrarse a un resultado contra un oponente superior, y ambos fallaron dramáticamente al final. La sensación para el Arsenal, a pesar de las críticas a su planteamiento inicial, es de haber infligido al City una dosis de su propia medicina.
Este empate deja al Arsenal con sentimientos encontrados. Si bien el punto rescatado es valioso y la revancha es dulce, las preguntas sobre la selección y las tácticas iniciales de Arteta persisten. Sin embargo, la capacidad del equipo para sobreponerse y el impacto transformador de sus sustitutos son puntos a favor. Para el Manchester City, es un recordatorio de que la Premier League es un maratón y que la fatiga puede pasar factura incluso a los gigantes. La liga está más viva que nunca, y partidos como este, llenos de giros tácticos y drama, son el alma del fútbol inglés.