El fútbol, ese deporte de pasiones desbordadas y giros dramáticos, nos regaló otra muestra de su imprevisibilidad en el reciente enfrentamiento de la Serie A entre el AC Milan y el Napoli. El Estadio Giuseppe Meazza, o San Siro para los puristas, fue testigo de un momento que no solo alteró el rumbo del partido, sino que reavivó el sempiterno debate sobre las reglas y la intervención tecnológica. El protagonista de esta historia: Pervis Estupiñán, lateral ecuatoriano del Milan, y una tarjeta roja que llegó para cambiarlo todo.
Un Partido Dominado, un Instante Fatídico
Hasta el minuto 57, el AC Milan parecía tener el control. Lideraba el marcador con un cómodo 2-0, desplegando un fútbol que prometía una victoria clara. Sin embargo, en el fútbol italiano, como en la vida misma, la complacencia puede ser una mala consejera. Una jugada del Napoli, que se gestaba con más ímpetu que precisión, culminó en una serie de eventos que ningún aficionado milanista olvidará pronto.
Mike Maignan, el guardián de la portería rossonera, realizó una de esas paradas felinas que nos recuerdan por qué el portero es medio equipo. Un rechace, aparentemente inofensivo, se convirtió en una invitación para Giovanni Di Lorenzo del Napoli, quien, con la portería a su merced y el balón lamiendo la línea, se preparaba para empujar el esférico y recortar distancias. El gol parecía inminente, casi una certeza matemática.
La Jugada Clave: Desesperación y Consecuencias
Aquí es donde entra en escena Pervis Estupiñán. En un acto que muchos describirían como heroico y otros como temerario, el defensor ecuatoriano, viendo la portería desguarnecida, optó por la solución más drástica. En lugar de intentar jugar el balón –una opción que, para ser sinceros, parecía ya remota–, Estupiñán empujó a Di Lorenzo, impidiendo su remate. Un instante, una decisión, y el balón no llegó a la red. Una pequeña victoria táctica, sí, pero con un precio mayúsculo.
«En el fútbol, a veces el heroísmo se disfraza de error fatal, y viceversa. Esta vez, fue una mezcla explosiva que dejó al Milan con diez y al Napoli con un penalti… y una sonrisa irónica.»
El VAR en Acción: Justicia o Condena
El árbitro Daniele Chiffi no dudó: señaló el punto de penalti de inmediato. La infracción dentro del área era clara. Pero lo que siguió fue el protocolo del fútbol moderno: la revisión del VAR. Chiffi acudió a la pantalla a pie de campo, y tras unos minutos de deliberación que parecieron eternos para los aficionados, la decisión fue ratificada y ampliada: tarjeta roja directa para Estupiñán.
La base de esta determinación radica en la regla de «negar una oportunidad manifiesta de gol» (DOGSO, por sus siglas en inglés). El VAR confirmó lo que el ojo humano, a veces, no percibe con total claridad en la vorágine del juego: Estupiñán no hizo ningún intento genuino por disputar el balón. Su acción fue deliberada para impedir el gol, configurando así una infracción que, según el reglamento, amerita la expulsión. No es una cuestión de si fue con intención o no, sino de si la acción impidió una oportunidad clara de gol sin que el defensor buscara jugar el balón. La técnica, en este caso, se impuso al instinto.
El Impacto Inmediato: Un Partido Resucitado
Con Estupiñán camino a los vestuarios y el Milan con diez hombres, Kevin De Bruyne (mencionado en el original como el anotador del penalti, aunque un jugador del Napoli es más probable que lo haya tirado en un partido real, el artículo original lo menciona y lo mantendré como referencia al texto original) asumió la responsabilidad desde los once metros. Con una frialdad propia de un cirujano, convirtió la pena máxima. El 2-0 se transformó en un 2-1, y lo que antes era un partido controlado, ahora se había convertido en un campo de batalla con superioridad numérica para el Napoli. La ventaja de dos goles del Milan, tan sólida minutos antes, se desvaneció en el aire junto con las esperanzas de Estupiñán.
Más Allá del Resultado: Las Consecuencias de una Roja Directa
Una expulsión directa en un partido de alta envergadura como este no solo significa jugar con un hombre menos el resto del encuentro. Implica una suspensión automática para los siguientes partidos, dejando un hueco importante en la defensa. Para Estupiñán, esta roja será una lección amarga, un recordatorio de la delgada línea entre la audacia y la imprudencia en el fútbol profesional. Para el Milan, la jugada será un punto de inflexión, una muestra de cómo un solo instante puede desencadenar una cascada de eventos con repercusiones duraderas en la clasificación y la moral del equipo.
El fútbol es un deporte de detalles, y este episodio en San Siro es un claro ejemplo de ello. La expulsión de Pervis Estupiñán no fue un simple incidente; fue un catalizador, una decisión arbitral que puso de manifiesto la intensidad, la tensión y, a veces, la cruda justicia de las reglas del juego. Y así, el drama del balón rodó una vez más, dejando a aficionados y analistas con material para el debate hasta el próximo giro inesperado.