En el apasionante mundo del fútbol, donde cada segundo cuenta y cada decisión arbitral puede cambiar el destino de un partido, la tecnología ha llegado para prometer mayor justicia. Sin embargo, a veces, incluso la intervención más avanzada puede dar lugar a un auténtico laberinto de polémica. Un claro ejemplo de esto se vivió recientemente en el encuentro entre el AC Milan y el Bologna, donde la anulación de un penalti desató la furia en el banquillo rossonero y encendió el debate sobre el uso del VAR.
El Incidente: Una Jugada con Dos Caras
El partido transcurría con el Milan en ventaja de 1-0. En un momento crucial, el delantero del Milan, Christopher Nkunku, se internó en el área. La secuencia de eventos fue, cuanto menos, compleja: primero, Jhon Lucumi, defensor del Bologna, lo empujó por la espalda. Nkunku, intentando mantenerse en pie, se recuperó momentáneamente para luego caer de nuevo tras un desafío de Remo Freuler. El árbitro principal, Matteo Marcenaro, señaló rápidamente el punto de penalti.
Hasta aquí, todo parecía una decisión de campo, sujeta a la interpretación del momento. Pero entonces entró en escena el VAR, con Michael Fabbri al mando, una figura que, irónicamente, debía ser el garante de la claridad. Fabbri llamó a Marcenaro al monitor, pero con una peculiaridad: solo le mostró la repetición del segundo contacto, el de Freuler, que, según el consenso, no pareció hacer contacto con el tobillo de Nkunku. Marcenaro, al ver únicamente esa parte de la jugada, revocó su decisión inicial. El penalti, que un segundo antes era una realidad, se desvaneció como un fantasma en la noche.
La Explicación del Experto: Un “Error Grave” del VAR
La controversia no tardó en escalar, llevando al entrenador del Milan, Max Allegri, a una airada protesta que le valió la expulsión. Para arrojar luz sobre este embrollo, el exárbitro y ahora experto en arbitraje, Luca Marelli, analizó la jugada en DAZN Italia, y su veredicto fue contundente: “El error grave lo comete el VAR”.
“Es cierto que Marcenaro cometió un error al no pitar penalti cuando vio por primera vez el empujón de Lucumi a Nkunku, que fue bastante claro. Sin embargo, el gran error fue que el VAR solo le mostró las imágenes del segundo desafío de Freuler, por lo que al árbitro solo se le dio la opción de ver la segunda parte del incidente, no la primera que evidentemente se perdió.”
Marelli destacó que el primer empujón de Lucumi sobre Nkunku era una falta evidente y, lo que es más importante, constituía un DOGSO (Denying a Goal or Obvious Goal-Scoring Opportunity – Negar una Oportunidad Manifiesta de Gol). Nkunku estaba claramente frente a la portería de Skorupski, y el empujón fue sin posibilidad de jugar el balón. Esto no solo debería haber sido penalti, sino que también era merecedor de una tarjeta roja.
La ironía aquí es palpable: se invierte en tecnología millonaria para eliminar el “error humano”, pero luego un “error tecnológico” (o, más bien, de aplicación de la tecnología) introduce una nueva capa de ambigüedad. El VAR, diseñado para corregir errores claros y obvios, aparentemente filtró la información de manera selectiva, llevando al árbitro a tomar una decisión equivocada al carecer del panorama completo.
Las Implicaciones y el Debate Continuo del VAR
Este incidente no es un caso aislado, sino que se suma a la creciente lista de controversias que rodean al VAR desde su implementación. ¿Está la tecnología sirviendo a su propósito de hacer el juego más justo, o está simplemente añadiendo complejidad y frustración, trasladando la culpa del campo de juego a las salas de vídeo? La intención es noble: minimizar los fallos garrafales. Pero la ejecución, como este caso demuestra, a menudo se queda corta.
El fútbol, con su velocidad y su carga emocional, presenta desafíos únicos para cualquier sistema de revisión. La subjetividad inherente a muchas decisiones arbitrales choca con la aspiración de una justicia absoluta. Y así, mientras se busca la perfección, se sigue alimentando el debate y las acaloradas discusiones post-partido.
Conclusión: Un Llamado a la Claridad
El caso del penalti anulado al Milan contra el Bologna es un claro recordatorio de que la tecnología, por sí sola, no es una panacea. Su eficacia depende fundamentalmente de la forma en que se aplica y de la claridad de los protocolos. Si el VAR no presenta la imagen completa, si omite incidentes que cambian fundamentalmente la naturaleza de una jugada, entonces su valor se ve seriamente comprometido.
Al final, lo que los aficionados y los equipos demandan es coherencia y transparencia. No se trata solo de tener la tecnología, sino de saber usarla bien, para que lo que se percibe como un “error grave” por parte de los expertos no se convierta en una sombra persistente sobre la equidad del deporte rey. El balón sigue rodando, y con él, el debate sobre cómo hacer que el VAR sea verdaderamente un aliado de la justicia en el fútbol.