El Olympique Lyonnais, sumido en una búsqueda incesante por reencontrarse con la senda del triunfo, encontró un bálsamo en una tarde que prometía más drama del esperado. Con un gol solitario de Tanner Tessmann en la segunda mitad, “Les Gones” lograron doblegar a un tenaz Angers por 1-0 en un partido que, como buen thriller futbolístico, mantuvo la incertidumbre hasta el último aliento.
El pitido inicial en el Parc Olympique Lyonnais reveló a un Lyon con intenciones claras, aunque la puntería aún se encontraba calibrando. Malick Fofana, con su habitual chispa, fue el primero en encender la mecha, sirviendo un balón que Martin Satriano no pudo convertir en el ansiado gol inicial. Era un aviso, una declaración de intenciones que, sin embargo, no se materializaría de inmediato.
La tensión escaló cuando Nicolás Tagliafico celebró un gol de libre directo, solo para ver cómo el colegiado, con la autoridad que le confiere el silbato, lo anulaba por una mano previa de Moussa Niakhaté. Una decisión que, aunque protestada, dejó un regusto amargo y una tarjeta amarilla como recuerdo. El Angers, lejos de ser un mero espectador, demostró por qué la Ligue 1 es una liga de sorpresas. Un error de Dominik Greif, que por poco cuesta caro, recordó al Lyon que la victoria no sería un paseo por el parque.
El descanso trajo consigo, sin duda, palabras de Fonseca. El técnico, que regresaba al banquillo, inyectó una dosis de urgencia y una directriz más frontal. Y la respuesta no se hizo esperar. El Lyon regresó al césped como un equipo poseído por la prisa, generando tantas ocasiones en los primeros diez minutos como en toda la primera parte. Era un asedio, una declaración de intenciones de que esta vez, los puntos se quedarían en casa.
Y así, tras 65 minutos de insistencia, la redonda encontró su destino. Adam Karabec, con la precisión de un cirujano, lanzó un córner milimétrico que Satriano cabeceó con potencia. El portero del Angers, Koffi, respondió con una gran parada, pero el balón, caprichoso, buscó un nuevo dueño. Y ahí estaba, Tanner Tessmann. El centrocampista estadounidense, con el olfato del goleador, no perdonó el rebote y envió el esférico al fondo de la portería desde corta distancia. Un grito de gol que fue un desahogo colectivo, una liberación de la presión acumulada.
Lejos de conformarse, el Lyon buscó el segundo. Satriano, en su debut, coqueteó con el gol, pero el poste negó la celebración. Maitland-Niles también rozó el tanto con un disparo que se marchó por poco, añadiendo más leña a la hoguera de la emoción. Pero el Angers, con la dignidad que caracteriza a los equipos que no se rinden, lanzó su último asalto. Prosper Peter tuvo en sus botas el empate en los instantes finales, pero Dominik Greif, con una estirada felina y una parada de reflejos, desvió el disparo a córner. Fue el héroe silencioso de la tarde, el guardián de la ventaja, asegurando que el triunfo no se esfumara en el último suspiro.
El pitido final fue el preludio de una celebración contenida, más de alivio que de euforia desbordada. El Lyon se llevó los tres puntos, una victoria que, aunque estrecha, es vital para recuperar la confianza y mirar hacia adelante en la competición. La Ligue 1 no da tregua, y cada punto se pelea con uñas y dientes. Hoy, “Les Gones” demostraron que, incluso en la batalla más reñida, la perseverancia y un poco de suerte pueden inclinar la balanza a su favor.
Mateo Beltrán