El pasado viernes por la noche, algo grande ocurrió en Vallecas. Y no nos referimos solo al contundente 0-4 a favor del Espanyol, que ya de por sí es un resultado más que notable y poco habitual últimamente, sino a lo que esa victoria significa. Porque ese partido, ese auténtico recital perico en el campo del Rayo Vallecano, tiene toda la pinta de ser un punto de inflexión en una temporada que, hasta ahora, nos ha costado digerir más de lo deseado.
La victoria fue, sin duda, una bomba de oxígeno. Pero no una cualquiera. Fue de esas que trascienden los tres puntos para inyectar moral, cambiar el chip y, sobre todo, modificar la percepción. Lo que se vio en Vallecas fue otra cosa: un Espanyol reconocible, ambicioso, que ejecutó su plan a la perfección y que controló el partido de principio a fin. Fue una actuación tan redonda que hasta Pere Milla tuvo el honor de poner la guinda con el cuarto gol, y la celebración de los jugadores lo decía todo: una alegría inmensa y un empujón anímico mayúsculo.
El Vertigo de la Clasificación
Pero el golpe de efecto del viernes fue, además, providencial. Al repasar el resto de la jornada, el valor de esos tres puntos se multiplica. El Alavés logró una importante victoria a domicilio contra el Girona (0-1) y se ha colocado con 30 puntos, a tiro de piedra, a solo dos de distancia de nosotros. Y en un giro inesperado, el Valencia asaltó el Bernabéu y venció al Real Madrid (1-2). Con esa sorpresa, los ché alcanzan los 34 puntos, superándonos de nuevo en la tabla.
De repente, los puntos de Vallecas se vuelven no solo necesarios, sino vitales. Ahora mismo sumamos 32. Contamos, de momento, con un colchón de cinco puntos sobre la zona de descenso directo. Pero ojo, que esto es fútbol y no ha terminado la jornada. Aún queda por jugar Las Palmas (26 puntos) contra la Real Sociedad y el Leganés (27 puntos) contra Osasuna (34 puntos). Dependiendo de esos resultados, nuestro margen de seguridad puede reducirse a unos incómodos dos puntos… o mantenerse en cinco. La diferencia entre ambos escenarios es, cuanto menos, un abismo.
A todo esto se suma un factor importante que juega a nuestro favor: el Espanyol tiene un partido pendiente. El encuentro contra el Villarreal, aplazado por la dichosa alerta roja meteorológica, ya tiene fecha: el domingo 27. Una nueva oportunidad en el calendario para sumar de tres y abrir brecha con los puestos calientes, o al menos, para compensar si el colchón se reduce este fin de semana.
Más Allá de los Puntos: La Sensación
Pero, siendo sinceros, lo mejor de todo no son solo los números, que también. Son las sensaciones. Hacía mucho tiempo que no veíamos al equipo competir con esta actitud, con esta energía. Las estadísticas hablan por sí solas: 15 disparos a puerta, 7 entre los tres palos. Datos que, fuera de casa, costaba recordar. Para ponerlo en perspectiva: contra el Barça en Montjuïc, apenas se chutó tres veces con algo de intención. Lo de Vallecas fue un cambio de registro total.
Y esto no parece una flor de un día. Desde que arrancó la segunda vuelta, el equipo ha sumado en apenas diez jornadas los mismos puntos que en toda la primera mitad de la temporada. Una mejora notable. La defensa muestra más solidez, el ataque ha recuperado la chispa y, sobre todo, la propuesta de juego ha cambiado. Ya no se espera atrás, ahora se atreve a presionar arriba, a lanzar transiciones rápidas, a probar suerte desde fuera del área. Hay una idea y se ejecuta.
Como bien apuntó Javi Puado al terminar el partido, la clave es “seguir partido a partido”. Porque sí, la permanencia parece más cercana. Pero quien conozca este club sabe que confiarse no es una opción. Faltan ocho puntos para alcanzar los ansiados 40, ese número mágico que casi siempre te garantiza la salvación. Nueve jornadas por delante (más el partido pendiente). Parece posible, sí. Pero, ¿acaso esperamos que con el Espanyol algo sea fácil? Ahí reside parte de la `gracia`, supongo.
Además, la situación por abajo está tan apretada que equipos que parecían tener la salvación encarrilada, como Osasuna o el propio Girona (ambos con 34 puntos), empiezan a mirar de reojo hacia el abismo. Su reciente tendencia negativa podría meterlos de lleno en un lío que hace poco veían desde la lejanía.
Lo de Vallecas no fue una victoria más en la cuenta. Fue un golpe encima de la mesa. La demostración palpable de que este equipo tiene capacidad, que hay vida, que ha aprendido de los tropiezos y que ahora compite con otra mentalidad. Se notó en el césped. En las caras de los jugadores. En la manera de celebrar. En el lenguaje corporal. Y esa, quizás, es la mejor noticia de todas: que el Espanyol, por fin, empieza a parecerse al que todos queríamos ver. ¿La permanencia? No está hecha, ni mucho menos. Pero ahora, sí que hay motivos sólidos para creer. Y eso, en un año como este, ya es muchísimo.