Unidad superficial, rumbo incierto y temor a equivocarse. La Juventus tiene una dirección, pero es confusa, insegura, tal vez inevitable. ¿La mejor opción? Quizás no, pero la única viable, especialmente por motivos económicos. Y Thiago Motta persiste, creyendo contar con el apoyo del equipo, aunque ya no tenga el respaldo total de la directiva. Un detalle que se hizo evidente en la última rueda de prensa y que ahora reflejan las cuotas de su posible destitución.
CAOS EN LA JUVE – Bienvenidos al caos bianconero, donde todo es posible, sobre todo cuando aparenta no suceder nada. Por un lado, Thiago defiende su trabajo. Por otro, la directiva intenta contener la situación, reorganizar, comunicar y, sobre todo, entender. Analizar minuciosamente cada detalle, desde los jugadores (cada vez más observados) hasta el entrenador (cada vez menos central en el proyecto). Porque ahora ganar no es solo importante: es lo único que importa.
LAS EXIGENCIAS – Ya no se trata de “si”, sino de “cuándo”. Cuándo la Juventus cerrará definitivamente un ciclo ya considerado acabado, un proyecto en construcción que completará otro. Thiago Motta es un hombre sentenciado. Lo transmite su lenguaje corporal y lo confirma, aunque entre líneas, también el verbal. Intenta defender su estilo de juego con la poca energía que le queda: “Estoy convencido de que puedo levantar a este equipo”, declara. Pero, ¿tendrá realmente tiempo para hacerlo?
JUEGO DE PRUEBA – Es un juego de prueba, ahora. Superar cada obstáculo le dará algunos segundos más, minutos, quizás horas. Tal vez días. El club le ha pedido tres cosas: definir un rumbo claro para el equipo, cohesionar al grupo y obtener resultados, de cualquier manera. Sin perderse en sus interminables razonamientos, a menudo más perjudiciales que beneficiosos.
ANTES DEL DESPLOME – Incluso antes de la caída, la directiva le reprochaba dos errores concretos. El primero: un exceso de franqueza, a veces brusca, que ha dañado equilibrios ya precarios en el vestuario. Ni siquiera con Allegri se habían visto desacuerdos tan marcados. El segundo: una obstinación táctica que ha generado más problemas que puntos, más tensiones que certezas. En resumen, ha fallado en la gestión, sin cumplir las promesas como gran técnico. El final parece ya escrito. Si Giuntoli aún no ha tomado una decisión definitiva, es solo por cuestiones económicas y restricciones financieras. Pero el tiempo corre. Y Motta lo sabe.