Los años dorados del Pisa Sporting Club: cuando Romeo Anconetani llevó a los nerazzurri a la élite del fútbol italiano

El Pisa, un club histórico de provincias en el fútbol italiano, ha regresado a la Serie A después de una ausencia de 34 años, generando un gran entusiasmo en la ciudad.

Sin embargo, hubo una época en la que el equipo toscano escribió capítulos memorables en la historia del fútbol italiano y formó parte de su élite. Este periodo, comprendido entre 1978 y 1994, es conocido comúnmente como la “era Anconetani”, en honor al `Presidentissimo` que dirigió el club durante 16 largos años.

Romeo Anconetani, cuya trayectoria deportiva está intrínsecamente ligada al Pisa S.C., fue una de las figuras más icónicas de la edad de oro del fútbol italiano. Era un apasionado y profundo conocedor del deporte, además de un innovador. Pero también fue una figura controvertida, con su carácter volcánico y sus maneras a veces bruscas e impetuosas al relacionarse con entrenadores, jugadores y periodistas.

Excepto por una final del Scudetto perdida en 1920-21 contra el Pro Vercelli (antes de que se introdujera el formato de liga única), fue durante su presidencia cuando el club toscano vivió los mejores años de su historia. Logró un ascenso de la C1 a la B, cuatro ascensos a la Serie A, sumando seis temporadas en la máxima categoría (la última en 1990/91), y ganó dos Mitropa Cup a nivel internacional.

La Ascensión de Anconetani y la Adquisición del Pisa S.C. en 1978

Nacido en Trieste el 27 de octubre de 1922, Anconetani se involucró en el fútbol después de la Segunda Guerra Mundial. En 1947, se convirtió en secretario del club Le Signe, en la provincia de Florencia, que militaba en la IV Serie. Continuó su carrera en el Empoli, donde fue directivo de 1950 a 1953. Fue en este puesto donde Anconetani introdujo por primera vez en Italia la preventa de entradas, una iniciativa de gran éxito. Su habilidad llamó la atención del presidente del Prato, Frati, un club de Serie C. Permaneció en el Prato hasta finales de los años cincuenta, innovando también con trenes especiales para los aficionados.

Sin embargo, un incidente controvertido estuvo a punto de frustrar su ascenso: en 1955, con poco más de veinte años, fue acusado de intentar amañar un partido entre Poggibonsi y Pontassieve. La justicia deportiva lo declaró culpable y le impuso la inhabilitación de por vida. “Le tendieron una trampa”, diría su hijo Alfonso años después, “pero papá no era de los que se rendían fácilmente. Durante la guerra fue torpedeado tres veces en el Estrecho de Messina…” De hecho, formalmente impedido de ocupar cargos oficiales, inventó una nueva figura: la del consultor externo, un mediador en el mercado de fichajes, punto de contacto entre clubes y jugadores.

En este rol, volvió a trabajar para el Prato, donde denunció, esta vez como parte perjudicada, un intento de corrupción por parte del Pisa en un partido Prato-Pisa (1-0) de la temporada 1959/60. La justicia deportiva le dio la razón e impuso al Pisa una penalización de 10 puntos en la clasificación.

La habilidad de Anconetani lo llevó pronto a trabajar para clubes importantes de la Serie A y B, como Torino, Napoli, Salernitana, Fiorentina, Palermo, Pisa, Avellino y Taranto, que recurrieron a sus servicios. Así nació la leyenda del “Señor 5%”: precursor de los agentes modernos, asesoraba a los clubes sobre jugadores y se llevaba el 5% de las comisiones de traspaso.

En los años sesenta, abrió una oficina personal en Livorno y creó el famoso “Archivo Anconetani”, una base de datos arcaica en papel, mucho antes de internet, que con los años acumuló datos de decenas de miles de futbolistas. Los obtenía gracias a una vasta red de contactos y calculando las puntuaciones promedio otorgadas por periódicos de todo el mundo.

Debido a su gran competencia, fue encargado de supervisar y mediar en varios traspasos importantes. Entre ellos, el pase de Claudio Sala del Napoli al Torino por 600 millones de liras en 1969. Personaje polifacético, Anconetani también se hizo periodista publicista y escribía sobre fútbol en el “Giornale del Mattino” de Florencia bajo el seudónimo de Franco Ferrari.

El punto de inflexión llegó en 1973, cuando su traslado a Pisa hizo que se enamorara del club nerazzurro. Así, en 1978, adquirió la propiedad por 300 millones de liras. Para ello, recurrió a una estratagema que denota su genialidad: formalmente, el club fue adquirido por su hijo Adolfo, ya que él estaba inhabilitado, pero Romeo igualmente entró en la estructura del club como `asesor de adquisiciones` gracias a un acuerdo singular con la Cámara de Comercio local. Adolfo recordaría: “Era 1978. El club estaba en venta. Mi padre tenía casas en Pisa y ya había trasladado su actividad allí. El presidente Rota le preguntó si quería tomar el mando. Todo empezó así”.

A partir de ese momento, durante 16 años consecutivos, Romeo Anconetani y el Pisa se convirtieron en la misma cosa, y bajo la guía de su volcánico patrón, el club nerazzurro protagonizó una ascensión que lo llevó a convertirse, en los años ochenta y principios de los noventa, en uno de los clubes de provincia más importantes del fútbol italiano.

La Serie A y la Mejor Clasificación Histórica

En la temporada 1978/79, el Pisa de Anconetani logró de inmediato el ascenso del Grupo B de la Serie C1 a la Serie B. El equipo cambió dos veces de entrenador (de Vitali a Seghedoni y luego a Meciani), casi inaugurando lo que sería una de las señas de identidad de su patrón, pero al final alcanzó el importante objetivo, clasificándose en 2º lugar. La cereza del pastel fue la victoria en el derbi contra el Livorno.

La conquista de la Serie B fue solo el comienzo de una escalada que llevaría al equipo nerazzurro en la temporada 1981/82, bajo la dirección de Aldo Agroppi, gracias al 3º puesto final, a obtener el primero de los cuatro ascensos a la Serie A de la era Anconetani, el segundo en la historia del club, 13 años después de la última temporada en la máxima categoría.

En el equipo jugaban el portero Alessandro Mannini, el centrocampista napolitano Pasquale Casale, máximo goleador del equipo con 15 goles, pero también el extremo Alessandro Bertoni (10 goles) y los centrocampistas Enrico Todesco y Roberto Bergamaschi. Antes de ver al Pisa jugar en la Serie A, Anconetani tuvo otra buena noticia en verano: gracias a la amnistía tras la victoria de Italia en el Mundial de España, pudo convertirse en el presidente, o mejor dicho, `Il Presidentissimo`, como se le llamaba, de su Pisa.

Entre intuiciones geniales y movimientos impulsivos y discutibles con entrenadores, jugadores y periodistas, el dueño absoluto del Pisa lo condujo a los mejores años de su historia. El equipo, en su primera temporada en la Serie A (1982/83), confiado al brasileño Luís Vinicio, logró la salvación y un 11º puesto que representa su mejor clasificación histórica. En verano, el patrón organizó varios amistosos internacionales para preparar al equipo, incluyendo una victoria 2-1 contra Arabia Saudita y un empate 1-1 con el Lyngby danés. Precisamente en esta ocasión decidió hacer el movimiento decisivo para adquirir al danés Klaus Berggreen por 270 millones de liras, quien recién comenzaba a ser convocado por su selección.

Berggreen sería el primer extranjero del Pisa S.C. tras la reapertura de fronteras y el más querido de la era Anconetani: la intuición del patrón resultó ganadora, dado el rendimiento del extremo derecho en el nerazzurro, siendo inmediatamente el máximo goleador del equipo toscano en 1982/83 con 8 goles. Diferente fue el otro fichaje extranjero del Presidentissimo, el centrocampista uruguayo Jorge Caraballo, que con apenas 12 partidos (7 en liga, 5 en Coppa Italia) pasaría a la historia del Pisa como un “fiasco” y una “estrella fugaz”.

Ni siquiera a Anconetani le salían bien todas las apuestas, especialmente cuando la negociación en Sudamérica la llevaba su hijo Adolfo, quien lo definió como “el Caravaggio del balón”. Las únicas huellas que dejó Caraballo fueron el llanto tras ser sustituido en su debut en Coppa Italia contra el Cavese y un penalti fallado, en la misma competición, en octavos de final contra el Bologna.

A pesar del decepcionante rendimiento del uruguayo, enviado de vuelta a casa al final del año, la primera temporada del Pisa S.C. en la Serie A bajo Anconetani (la segunda en la historia del club) fue emocionante: el equipo se encontró en 1º lugar después de 4 jornadas junto a Roma y Sampdoria, y al final de una larga e incierta lucha por la salvación, la consiguió en la última jornada con un empate contra la Fiorentina que les valió el 11º puesto en la clasificación, empatados con Ascoli y Génova, con 27 puntos. Esta posición fue la mejor obtenida por el equipo en su historia.

Los Años Dorados del Pisa S.C.

Impulsados por el entusiasmo, la temporada 1983/84 comenzó con una serie de amistosos internacionales. El Pisa empató con el Olympiakos griego (0-0) y el Rijeka yugoslavo (0-0), y venció al Kalmar (2-0) y al Malmoe (1-0) suecos, logrando buenas victorias y excelentes actuaciones. Pero lo que realmente hizo soñar a los aficionados nerazzurri fue el mercado de fichajes. Anconetani, de hecho, se aseguró al Bota de Oro holandesa 1981/82, Wiem Kieft, comprado al Ajax por 760 millones de liras. En “el campeonato más bonito y difícil del mundo” esto también podía suceder. A la sombra de la torre también llegaron los centrocampistas Patrizio Sala, Antonio Criscimanni y Roberto Scarnecchia.

Con Kieft y Berggreen, el Pisa, confiado a Bruno Pace, soñaba a lo grande. Pero después de una fase de Coppa Italia desastrosa, el inicio de liga también fue complicado. Tras la derrota en Catania el 9 de octubre de 1983, que dejó a los nerazzurri en el último puesto con 2 puntos, el volcánico Anconetani despidió al prometedor técnico y llamó de nuevo al brasileño Vinicio al banquillo.

“Me comunicaron el despido”, diría Pace, “sacándome de la cama a las 8 de la mañana, y menos mal que llevaba el mejor pijama, pero lo de despertarme al amanecer fue lo más desagradable de todo el asunto”.

Durante toda la primera vuelta, el Pisa obtuvo 10 empates (incluidos los importantes contra Juventus, Milan, Inter y Fiorentina) y una sola victoria (fuera de casa en Roma contra la Lazio en la última jornada), resultados que, no obstante, lo colocaron en el 11º puesto junto al Napoli al término de la primera mitad del campeonato. A principios de 1984, el equipo toscano perdió contra Juventus y Verona, empató con el Génova y ganó en casa al Catania, derrotado 2-0 con goles de sus dos extranjeros. Pero Anconetani discutió furiosamente con Vinicio, quien dimitió en vísperas del derbi contra la Fiorentina. Pace regresó entonces al banquillo.

En el transcurso de la temporada, el equipo alternó empates y derrotas. La única victoria adicional, además de la del Catania, llegó en el Arena Garibaldi el 29 de abril contra el Avellino, derrotado 1-0 (gol de Berggreen). Pero el declive era evidente y llevó al equipo nerazzurro al penúltimo lugar de la clasificación y al inevitable descenso a la Serie B, que se confirmó en la penúltima jornada.

Fue la primera de cuatro temporadas caracterizadas por continuos altibajos entre las dos categorías. En el verano de 1984, Anconetani estaba decidido a devolver al equipo a la Serie A de inmediato. Así, mantuvo a los dos extranjeros y obtuvo cedido de la Roma al prometedor delantero Paolo Baldieri.

Bajo la sabia dirección de Gigi Simoni, nació un equipo de cabeza para el torneo de segunda división, que dominó la primera vuelta y al final, con los “tres mosqueteros”, ganó el campeonato de Serie B con el mejor ataque (30 goles entre los tres). El Pisa regresó inmediatamente a la Serie A y también se destacó en la Coppa Italia, alcanzando los octavos de final.

En 1985/86, los toscanos, dirigidos por Vincenzo Guerini, se presentaron en la línea de salida de la máxima categoría con excelentes perspectivas. Gracias al archivo que poseía, que llegó a contener 40 mil nombres de futbolistas de todo el mundo, Anconetani realizó un mercado de fichajes de verano de alto nivel a bajo costo. El equipo era casi el mismo del año anterior, pero con importantes incorporaciones. Se confirmaron los porteros Mannini y Grudina, Ipsaro, Mariani, Volpecina, Armenise, Giovannelli, Chiti y Caneo, además del tridente Kieft-Baldieri-Berggreen, que muchos envidiaban. El Presidentissimo luego trajo a Antonio Cavallo, lateral del Campania (C1), al fantasista Ciro Muro del Monopoli (también de C1), al stopper Stefano Colantuono del Arezzo en B y al líbero Domenico Progna del Campobasso (también de B).

A pesar del buen juego y una plantilla de buen nivel para las ambiciones del Pisa, el equipo tuvo dificultades durante la temporada para encontrar continuidad en los resultados. En este sentido, fueron ilusorias las victorias obtenidas a principios de enero de 1986 contra el Inter, derrotado 1-0 en el Arena Garibaldi con un golazo de Baldieri, y la semana siguiente contra el Napoli de Maradona, superado 0-1 en el San Paolo con gol de Berggreen. En este último partido, el portero Mannini, apodado “Dea Kalì” por sus prodigiosas intervenciones, fue el gran protagonista.

Un poco de mala suerte y la incapacidad de Guerini para manejar bien el vestuario hicieron que el equipo, que había brillado en la primera vuelta y comenzado con buen pie la segunda, se derrumbara verticalmente en las últimas 13 jornadas. El dramático derbi contra la Fiorentina, perdido 1-2 en casa en la última jornada (con los viola remontando la desventaja inicial con un doblete de Passerella), selló in extremis la condena a la Serie B de los toscanos después de una sola temporada. Para hacer la temporada menos amarga, llegó el primer éxito europeo, con el Pisa ganando la Mitropa Cup en otoño de 1985. Los nerazzurri vencieron 1-0 en semifinales a los checoslovacos del Sigma Olomuc y el 26 de noviembre de 1985, en la final en el Arena Garibaldi, se impusieron 2-0 al Debrecen húngaro (goles de Colantuono y Kieft).

A pesar del resultado deportivo negativo, los sucesos del Calcioscommesse llevaron al inicial repesca en la Serie A en el verano de 1986 a expensas del Udinese. Anconetani vendió a Berggreen y Kieft, que se fueron a Roma y Torino respectivamente por 4 y 5 mil millones de liras, capitalizando dos grandes negocios económicos. El Presidentissimo reservó al delantero austriaco Schachner del Cesena, a la espera de la oficialidad de la decisión sobre los próximos campeonatos. Pero después de un 0-0 en un amistoso con el Aston Villa, para el volcánico patrón y toda la ciudad de Pisa llegó una ducha fría: el Udinese fue repescado en la A con una fuerte penalización de 9 puntos, mientras que el Pisa jugaría en la Serie B.

La primera consecuencia fue que Schachner fue liberado y fichó por el Avellino, que, sin embargo, a cambio, cedió al Pisa a Luca Cecconi como contrapartida técnica, un delantero que resultaría fundamental para el inmediato regreso del equipo. Junto a los dos extranjeros también se fueron Armenise (Bari), Colantuono (Avellino), Muro y Volpecina (Napoli) y Progna (Atalanta).

Anconetani, sin embargo, no se quedó con las manos vacías y consiguió a Bernazzani del Inter, Sclosa del Bari, Cuoghi y Faccini del Perugia, Davide Lucarelli también del Avellino y al prometedor Lamberto Piovanelli del Atalanta. También vistieron la camiseta nerazzurra Birigozzi, Fiorentini y Davide Pellegrini. Desde la cantera, fue promovido al primer equipo el defensor Stefano Dianda, mientras que el portero Alessandro Nista regresó de la cesión al Sorrento. El equipo fue confiado desde el principio a Gigi Simoni, el héroe del último ascenso, que no se echó atrás ni siquiera ante el descenso a la B.

El Pisa S.C. comenzó con desventaja y una plantilla aún no definida, perdiendo el partido inicial contra el Modena por 2-0. Simoni sugirió y obtuvo el fichaje del stopper del Genoa Mario Faccenda, a su juicio el jugador que más necesitaba el equipo. Inicialmente, los nerazzurri jugaban mal y a menudo eran neutralizados por los rivales, tanto que de los primeros diez partidos perdieron tres veces, empataron otras tantas y ganaron cuatro.

Lentamente, sin embargo, el equipo de Simoni se recuperó y se colocó cerca del quinteto de cabeza. Hasta que en primavera el viento cambió de dirección, soplando hacia el Arena Garibaldi: el 26 de abril los nerazzurri superaron 3-1 en casa al Messina (goles de Sclosa, Cecconi y Piovanelli), y se repitieron la semana siguiente venciendo 3-2 también al Lecce (espectacular hat-trick de Cecconi).

Siguieron tres empates 0-0 y dos derrotas fuera de casa contra Bologna y Cagliari, que amenazaron con comprometer todo lo bueno que se había hecho. Pero al regresar de Cerdeña, Anconetani reagrupó las fuerzas y en la penúltima jornada el Pisa de Simoni arrasó 3-0 en el Arena Garibaldi a la Lazio (doblete de Piovanelli y gol de Cecconi). Así llegaron segundos en la clasificación al decisivo enfrentamiento contra la Cremonese, un partido que valía una temporada.

En el Zini, gracias a las iniciativas del Presidentissimo para los aficionados, llegaron 7 mil seguidores pisani: un récord. El Cremonese se había mantenido líder del torneo de segunda división hasta la última jornada, sin ser superado nunca, pero estaba en declive respecto al inicio de la temporada. Y el 21 de junio de 1987 tuvo lugar lo que para el Pisa sería una hazaña para recordar, para los grigiorossi un drama deportivo.

Los toscanos de Simoni se adelantaron en el minuto 28 cuando el árbitro Lanese señaló un penalti por falta sobre Cecconi. Desde el punto fatídico, Sclosa transformó con frialdad, desatando la euforia de los numerosos aficionados nerazzurri desplazados. El gol del “ascenso”, sin embargo, lo firmó Lamberto Piovanelli en el minuto 42: jugada desbordante de Sclosa para Cuoghi, que centró al área desde la derecha. El joven delantero se lanzó en plancha sobre el balón y batió al portero grigiorosso para el 2-0.

En medio de un jubiloso ambiente nerazzurro, de nada sirvió el gol del 2-1 de Nicoletti antes del descanso. El marcador no se movió más, y la victoria a domicilio permitió al Pisa clasificarse en 1º lugar ex aequo con el Pescara y conquistar el inmediato ascenso a la Serie A. Para el Cremonese, en cambio, un desempate a tres que los vería sorprendentemente sucumbir ante Lecce y Cesena. El tercer ascenso de la era Anconetani generó un gran entusiasmo y motivó al Presidentissimo a regalarle a la afición un nuevo gran golpe en el verano de 1987: por 600 millones de liras (una miseria si se piensa en el valor que el jugador adquiriría años después) compró al Vasco da Gama al joven centrocampista Carlos Dunga. El segundo extranjero, la apuesta, fue el rocoso stopper inglés de músculos frágiles Paul Elliott, adquirido al Aston Villa. Si el primero fue un verdadero acierto, el segundo sería recordado como un desafortunado “fiasco”. Su rendimiento (decepcionante) estuvo condicionado por las graves lesiones sufridas en Italia.

A la sombra de la Torre también llegaron el delantero ítalo-venezolano Riccardo Paciocco del Lecce y el número 10 bresciano Aldo Dolcetti del Novara. Por lo demás, la base del equipo era la misma del gran ascenso: solo se despidieron Giovannelli (Ascoli), Mannini (Bari), Mariani (Avellino) y Davide Pellegrini (Fiorentina). El equipo fue confiado a Beppe Materazzi.

El inicio de temporada fue muy positivo. Después de una derrota honorable en el debut contra el Milan de Sacchi, los toscanos vencieron en el campo en la 3ª jornada al Napoli de Maradona por 1-0. Pero desde las gradas, una varilla lanzada al campo hacia el árbitro Longhi, culpable de haber expulsado a Elliott (reacción a una falta de Bagni), golpeó en cambio a Renica, obligado a abandonar el campo en favor de Sola. Este último fue el autor de la falta que provocó el penalti en el final, transformado por Sclosa. El juez deportivo posteriormente otorgó la victoria por 2-0 a los partenopeos, desatando la furia del patrón. Sin embargo, en la primera vuelta el Pisa tuvo un buen desempeño.

En la 7ª jornada, superó 2-1 al Inter de Trapattoni en el Arena Garibaldi con un golazo desde larga distancia de su “joya” Dunga, considerado por muchos el más bonito en la historia del Pisa junto al gol del ascenso de Piovanelli. Los nerazzurri se repitieron en la 10ª jornada ganando 2-1 el derbi contra la Fiorentina de Baggio (goles de Paciocco y Lucarelli). Pero a mitad de temporada llegó un bajón que obligaría al equipo de Materazzi a jugarse la permanencia en la Serie A en la última jornada contra el Torino. El 15 de mayo de 1988 no solo el Milan de Sacchi celebraría el Scudetto recién conquistado: en la parte baja de la tabla, quien festejaría sería el Pisa de Anconetani, que venció 2-0 a los granata de Radice (obligados al desempate de la UEFA con la Juve) con dos goles de cabeza del stopper Faccenda y superó al Avellino en el último instante.

Para enriquecer una temporada memorable, el 30 de mayo de 1988 llegó también la segunda Mitropa Cup ganada por los toscanos. El Pisa, después de ganar su grupo de clasificación, desafió en la final al húngaro Váci Izzo en el Arena Garibaldi. Los goles de Cecconi, Sclosa y Bernazzani regalaron a Anconetani y a los aficionados el segundo trofeo internacional en la historia del club. Habiendo logrado la salvación en la Serie A por segunda vez en su historia, Anconetani vendió a la joya Dunga a la Fiorentina por mil millones, logrando una vez más una importante plusvalía, y regaló a la afición un nuevo fichaje de impacto: llegó del Feyenoord el refinado centrocampista holandés Mario Been, quien en 1984 había sido votado `Mejor talento del año` en la Eredivisie, superando incluso a un tal Marco Van Basten. Sin embargo, su estancia en Pisa estaría marcada por la irregularidad. Con él y Elliott, completaron el trío de extranjeros el delantero belga Francis Severeyns, quien sería recordado a caballo entre el gran “fiasco” y el desconocido.

El equipo, confiado a Bruno Bolchi, no funcionó en liga, sostenido únicamente por los escasos destellos de Incocciati, llegado del Atalanta, y de Piovanelli, que tuvo dificultades para rendir a su nivel, y por las proezas del portero sardo Grudina, como el penalti parado a su compatriota Virdis en el 0-0 contra el Milan. Los resultados decepcionantes llevaron a los toscanos, cuyos banquillos también ocuparon Luca Giannini y Lamberto Giorgis, al penúltimo puesto final y al inevitable descenso a la Serie B (17º puesto con el peor ataque del torneo).

Los nerazzurri, en cambio, lo hicieron bien en la Coppa Italia, competición en la que fueron protagonistas hasta las semifinales perdidas contra el Napoli de Maradona, y en la que el maltratado belga Severeyns (5 goles) pareció encontrar su lugar. El patrón Anconetani luego inventó una nueva competición, la Supercopa Mitropa: se enfrentaron los equipos ganadores de las dos últimas ediciones de la Mitropa Cup, el Pisa y el Banik Ostrava.

En tierras checoslovacas, sin embargo, los nerazzurri fueron arrollados 3-0, y no lograron revertir el resultado en el partido de vuelta en el Arena Garibaldi, cuando ganando 3-0 encajaron en la prórroga el gol del 3-1 que le dio el trofeo al Banik Ostrava.

Una vez más, siguiendo un esquema consolidado, al descenso a la B siguió un nuevo ascenso a la A en 1989/90, el cuarto de la feliz era Anconetani. El banquillo fue confiado a Luca Giannini, mientras que los fichajes más significativos fueron los del delantero Maurizio Neri, el portero Luigi Simoni y los dos defensores Alessandro Calori y Roberto Bosco, mientras que se confirmaron Been, Boccafresca, Cavallo, Cuoghi, Dolcetti, Fiorentini, Incocciati, Lucarelli y Piovanelli.

Los nerazzurri tuvieron un inicio arrollador y con 27 puntos se proclamaron campeones de invierno de la Serie B. La clave del equipo fueron sobre todo los goles de sus delanteros, capaces de marcar 30 goles entre ambos: Piovanelli anotó 18, a los que se sumaron los 12 de Beppe Incocciati. Con un mes de antelación al final del torneo, el Pisa ascendió a la Serie A como segundo detrás del Torino. Una vez logrado el objetivo, el equipo tuvo un bajón de resultados, con 5 empates consecutivos en los últimos partidos que generaron quejas de algunos aficionados. Estas últimas enfurecieron a Anconetani, quien, como siempre, no se calló y llegó a amenazar con dimitir (naturalmente, luego las retiró).

Por cuarta (y última) vez, su Pisa había recuperado inmediatamente la Serie A después de descender. La temporada 1990/91, la posterior al Mundial de Italia `90, sería también la última en la historia del Pisa en la Serie A hasta 2025. Como entrenador, Anconetani eligió a Mircea Lucescu, en su primera experiencia en el fútbol italiano después de éxitos en su país a nivel de club y selección. Lucescu actuaría como director técnico con Luca Giannini a su lado como entrenador. En el mercado de fichajes, la línea de extranjeros se reforzó con los fichajes del extremo danés Henrik Larsen del Lyngby, futuro campeón de Europa en 1992, y sobre todo de dos jóvenes argentinos que pronto se harían muy conocidos: el centrocampista Diego Pablo Simeone y el defensor José Antonio Chamot. Ambos procedían del Cosenza.

Según la leyenda, el patrón los habría comprado vía fax con una de sus intuiciones geniales, eligiéndolos entre fotos de varios futbolistas. “Cojamos a este de aquí y a este de allá”, habría dicho a sus colaboradores, “por la cara parecen tener la garra adecuada”. Del Cosenza también fue comprado el delantero centro Michele Padovano, que formaría con Piovanelli una emocionante dupla de ataque. Buen juego y resultados favorables caracterizaron la primera parte de la temporada de los toscanos. Las victorias iniciales sobre Bologna y Lecce colocaron al equipo provisionalmente en la cima de la clasificación junto a Inter y Milan (por segunda vez en su historia, después de 1982/83). Pero fue solo una ilusión: después de la primera derrota contra el Napoli, el equipo sufrió dos duras derrotas contra la Fiorentina (0-4) y el Inter (6-3). El camino continuó a lo largo de 1990 alternando buenas victorias y clamorosas derrotas: destacan los éxitos sobre Cagliari (1-0), Cesena (3-2 con hat-trick de Padovano) y Torino (2-0).

Sin embargo, a finales de 1990, una dura noticia golpeó a los nerazzurri. En el Olímpico, contra la Lazio, el 30 de diciembre, el Pisa empató 0-0 y terminó el año en el antepenúltimo puesto junto a Fiorentina y Lecce, pero perdió por largo tiempo a Lamberto Piovanelli. El héroe de Cremona, que junto a Padovano había ofrecido un gran espectáculo en la primera parte de la temporada y había sido convocado por Vicini para el partido de clasificación para la Euro `92 contra Chipre, en un choque al inicio del partido contra Sergio Domini, sufrió “una fractura incompleta de tibia”, y para él comenzó un largo calvario.

Tras recibir la aprobación del jugador, Montezemolo, vicepresidente ejecutivo de la Juventus, después de verlo en acción contra los bianconeri en la Coppa Italia, decidió comprarlo de todos modos y pagar 4 mil millones y medio de liras al Pisa durante su convalecencia. Sin uno de sus puntas, el juguete Pisa creado por Anconetani y puesto en el campo por Lucescu se rompió. La segunda vuelta fue negativa y tras la derrota en Sant`Elia contra el Cagliari el 10 de marzo de 1991 (2-1 con goles de Cornacchia y Fonseca para los rossoblù y de Bosco para los toscanos), Lucescu fue relevado de su cargo por Anconetani.

En el banquillo nerazzurro regresó Luca Giannini, pero, a pesar de una buena victoria contra el Parma, el equipo se deslizó a las últimas posiciones de la clasificación. El Pisa S.C. descendió a la Serie B con una jornada de antelación, con la derrota por 4-2 en Turín contra la Juventus.

Los años dorados del Pisa S.C. terminaron el 26 de mayo de 1991. En el partido en el que la Roma ganó 0-1 en el Arena Garibaldi con gol de Muzzi, los toscanos se despidieron por última vez de la Serie A. No les fue mejor en la Mitropa Cup, competición en la que se habían convertido en habituales, y donde cayeron en la final contra el Torino.

El Final Amargo, la Quiebra y la Reconstrucción

Una vez más descendido a la Serie B, en 1991/92 el Pisa intentó regresar a la Serie A, pero tuvo que conformarse con el 6º puesto final. El inicio caótico con Luca Giannini al mando provocó el inevitable despido en favor de Ilario Castagner. El equipo nerazzurro se recuperó, pero permaneció durante mucho tiempo buscando el 4º puesto necesario para el ascenso a la máxima categoría.

Lo alcanzó en la segunda vuelta ganando en Cesena 2-1, pero después de Pascua se derrumbó en el Garilli contra el Piacenza y tuvo que rendirse. Al final, solo sería el 6º puesto. Al año siguiente, 1992/93, el equipo fue confiado a Vincenzo Montefusco. El inicio ilusionó, pero luego el equipo se deslizó hacia posiciones de mitad de tabla.

Un insípido 0-0 en casa contra el Fidelis Andria llevó a Anconetani a despedir a Montefusco y confiar el equipo a Mauro Viviani. Los nerazzurri, en cuyas filas también jugaba el joven Bobo Vieri, se asentaron tácticamente, pero al final del año tuvieron que conformarse con un discreto 8º puesto final.

La temporada 1993/94 sería la última del Pisa S.C. Anconetani despidió de inmediato en verano al técnico Giorgio Rumignani por divergencias tácticas, confiando el banquillo a Walter Nicoletti. El equipo, tras un inicio en la mitad de tabla, se deslizó hacia las posiciones de descenso, y a pesar de las llegadas de Antonioli, Mattei y Roberto Muzzi, tuvo dificultades para recuperarse.

Después de una victoria sobre el Venezia, el Presidentissimo, también cuestionado, decidió despedir al técnico Nicoletti por el deterioro de las relaciones entre entrenador y aficionados y llamó al experimentado Eugenio Bersellini al banquillo. El Pisa parecía capaz de salir de la zona de descenso, pero en la última jornada, ante los 18 mil aficionados que llenaban el Arena Garibaldi, con 10 contra 11 por la expulsión de Cristallini, no pasó de un 0-0 contra el ya salvado Fidelis Andria.

El resultado colocó a los nerazzurri en el antepenúltimo puesto, empatados con el Acireale, y para decidir el último descendido hubo que jugar un desempate. Después de varias vacilaciones, que obligaron al club a cambiar tres veces la sede de la concentración, la Liga decidió que el partido se jugara en el Arechi de Salerno. El partido se caracterizó por un clima de alta tensión que frenó a ambos equipos. El Pisa no logró cambiar el ritmo y encontrar el gol. Se llegó a la prórroga y luego a los penaltis.

La portería del Arechi pareció estar embrujada cuando Amato, portero del Acireale, voló para desviar el primer penalti lanzado por Rocco, y los dos siguientes lanzadores, Tarantino para los sicilianos y Rotella para los toscanos, ambos golpearon el larguero. Favi con la zurda rompió el maleficio para los granata, que se adelantaron. Nadie más falló, y a pesar de las transformaciones de Bosco, Farris y Susic para los nerazzurri, los goles de Migliaccio, Mazzarri y Modica, que anotó el penalti decisivo (Antonioli adivinó pero no llegó), desataron la euforia del Acireale, victorioso 4-3 en los penaltis, y sonaron las notas del `de profundis` para el Pisa Sporting Club.

El club toscano regresó a la Serie C1, un poco al punto de partida, y sobre todo con una grave situación económica. El 1 de agosto de 1994, la FIGC canceló al Pisa Sporting Club del fútbol profesional por “falta parcial de recibos de pago y opinión negativa de la Covisoc por exceso de endeudamiento”.

El patrimonio deportivo quedó a cero y los jugadores se desvincularon gratuitamente. El club tuvo que empezar de nuevo desde la Eccellenza toscana. En ese momento, Romeo Anconetani ya no pudo recuperar el dinero necesario para hacer frente a las deudas y en agosto de 1994 dio un doloroso paso atrás, dejando la presidencia, la más larga en la historia del club.

Nació otra sociedad, la Associazione Calcio Pisa, con Piero Vettori como presidente y Meciani como director deportivo, que fue inscrita en el campeonato de Eccellenza. El 31 de octubre de 1994, la antigua sociedad que había hecho soñar a tantos aficionados y había entrado en la élite del fútbol italiano fue declarada en quiebra.

La quiebra del Pisa S.C. fue declarada por 27 mil millones 460 millones de liras (14 millones 180 mil euros actuales), pero en agosto la cancelación del profesionalismo se había producido solo por 2 mil millones 850 millones de liras (menos de un millón y medio de euros), una cifra que probablemente, con las reglas actuales, se habría podido sanear dando tiempo al patrón para cubrir el déficit. Las cenizas del glorioso Sporting Club fueron recogidas a partir de la temporada 1994/95 por el Pisa Calcio, que bajo la gestión Gerbi-Posarelli también tuvo que empezar desde el campeonato de Eccellenza.

Después de una Coppa Italia de Serie C, una segunda quiebra en 2009 y el regreso a la Serie B a mediados de los años diez, el club vive una nueva era feliz bajo la gestión Ricci-Corrado y en 2021 recupera también la antigua denominación de Pisa Sporting Club. El 20 de enero de 2021, el multimillonario estadounidense Alexander Knaster adquirió la mayoría de las acciones y para el Pisa S.C. comenzó una nueva era feliz, con importantes inversiones, que llevará al club toscano, 34 años después de la última vez, nuevamente a la Serie A al final de la temporada 2024/25.

El “Presidentissimo” y Sus Rituales

Los años dorados del Pisa S.C. permanecerán para siempre en el corazón de todos los aficionados pisani y de los amantes del fútbol romántico de los años ochenta-noventa. Y con ellos, el Presidentissimo Romeo Anconetani, que falleció el 3 de noviembre de 1999 a los 77 años. En su funeral, el Arena Garibaldi, el estadio que desde 2001 llevaría su nombre, estuvo lleno de aficionados que acudieron a despedirlo.

Único en su época por no ser un empresario, conocido también como “El Obispo de Pisa”, como él mismo se gustaba definir, era un patrón profundamente religioso pero también muy supersticioso, y esta doble característica se reflejaba en su manera de ser un presidente sui generis, al mismo tiempo autoritario e iluminado.

Así, obligaba a los jugadores a ir descalzos en peregrinación al Santuario de la Madonna di Montenero y a hacer un viaje a Lourdes, mientras que en diciembre de 1990, antes de un delicado partido en casa contra el Cesena, esparció 26 kilogramos de sal alrededor del césped del Arena Garibaldi. Un ritual profano que evidentemente tuvo efecto, dado que los nerazzurri ganaron el partido 3-2.

Anconetani también tenía fama de “devora-entrenadores”, ya que durante su gestión se alternaron en el banquillo nerazzurro hasta 22 técnicos, algunos en varias ocasiones. El récord lo estableció el polaco Zibí Boniek, que “escapó” literalmente apenas tres horas después de firmar el contrato.

Especial fue durante muchos años la relación del Presidentissimo con los aficionados, a quienes mimaba con promesas de grandes fichajes y frecuentando la curva, convirtiéndose, de hecho, en un ídolo de los ultras. Entre los años ochenta y noventa, también fue el único presidente invitado y co-presentador de un programa deportivo, “Parliamo con Romeo” en `50 Canale`, que se emitió hasta el final de su presidencia.

Solo al final de su aventura la idílica relación se resquebrajó, después de su propuesta de fusionar los equipos de Pisa y Livorno creando el Pisorno, que no tuvo la acogida esperada. En 1993 fue objeto del lanzamiento de una botella de vidrio que lo hirió y por milagro no le costó la pérdida de un ojo.

Con sus futbolistas tenía una relación paterna y, como tal, marcada por un gran afecto y duros enfrentamientos. Muchos cuentan historias de jugadores acompañados a misa el domingo, de comidas servidas en persona, de regalos valiosos o de chicos llevados de compras. Pero también de concentraciones forzadas y, en algunos casos, de seguimientos para controlarlos de cerca. A su figura, amada y controvertida, estarán siempre ligados de forma inseparable los mejores años de la historia del Pisa S.C.

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By Urbano Salas

Urbano Salas, de Valencia, se ha establecido como uno de los analistas deportivos más perspicaces de España. Su columna semanal en medios digitales cubre todos los eventos deportivos significativos, desde fútbol hasta balonmano. Sus detallados análisis de partidos de La Liga y pronósticos para torneos internacionales han ganado especial reconocimiento. Salas asiste regularmente a los entrenamientos de equipos locales y mantiene estrechos contactos con los cuerpos técnicos, lo que le permite obtener información exclusiva de primera mano. También dirige un popular canal de YouTube donde analiza las probabilidades de resultados deportivos.

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