El reciente 0-4 del Espanyol en Vallecas fue, sin lugar a dudas, un soplo de aire fresco y una inyección de moral muy necesaria para la parroquia perica. Sin embargo, el fútbol rara vez permite relajaciones prolongadas. Apenas unas horas después, las victorias del Alavés en Girona y, para mayor sorpresa, del Valencia nada menos que en el Bernabéu, se encargaron de recordar a todos que la zona baja de la tabla es, ahora mismo, un auténtico campo minado, un “avispero” en toda regla. La goleada del Espanyol, de repente, dejó de ser solo un subidón emocional para confirmarse como una necesidad vital; sin esos puntos, la situación sería dramática.
En este contexto de tensión creciente, el técnico blanquiazul, Manolo González, compartió sus reflexiones con la prensa, manteniendo la calma característica pero sin perder un ápice de realismo. Mientras una parte del espanyolismo aún saboreaba la victoria del viernes, el entrenador ya estaba con los pies en el suelo, analizando los resultados de los rivales directos. Confesó, con naturalidad, que había estado viendo los partidos del sábado: el Girona, el Madrid, el Celta… Su análisis es quirúrgico: vio al Valencia “aguantar y esperar su momento”, resistiendo las ocasiones del Madrid hasta encontrar su oportunidad. Un recordatorio tácito de que la permanencia exige esa misma capacidad de sufrimiento y efectividad.
Su filosofía, clara y directa, se refuerza con estos resultados ajenos: “no has de mirar a los demás, has de ganar tú, hacer tu trabajo”. La victoria propia es la única herramienta real para “meter presión” y seguir escalando. Lo que está quedando patente es que, tal como él mismo advierte, “hay más equipos metidos en el baile del descenso”, lo que multiplica la complejidad de la tarea.
El partido de Vallecas, por cierto, lo considera su mejor obra en Primera división al frente del Espanyol. Destaca que allí “salió todo lo que había preparado”, desde la orientación de la presión hasta la rápida salida de balón para atacar la defensa rival. Pero no se queda solo en el plan inicial; valora enormemente la capacidad del equipo para adaptarse durante el partido, algo que, según reconoce, les ha costado mucho conseguir. La decisión táctica de reforzar la defensa con un tercer central ante los cambios del Rayo fue clave y evidencia esta flexibilidad. “Creen mucho en el trabajo que hacemos”, afirma, lo que facilita corregir y que los jugadores vayan “a muerte” con las modificaciones.
Esta capacidad de adaptación es parte de la evolución del equipo en la segunda vuelta. Tras intentar inicialmente ser más “protagonistas” con un bloque alto, vieron que no funcionaba. La prioridad pasó a ser “coger seguridad” con un bloque más bajo, y a partir de esa base, el equipo ha ido mejorando hasta llegar a partidos como el de Vallecas, donde se volvió a ver un Espanyol más protagonista y con buen fútbol. Las “cosas más claras y mecanizadas” han dado seguridad al jugador.
González también aborda, con cierta ironía técnica, las críticas recibidas en los momentos difíciles: “Cuando estás en descenso lo primero que piensan es que el entrenador no vale, que los jugadores tampoco, ya sabemos cómo va el fútbol; no es algo nuevo, no nos ha de sorprender ni de impresionar”. Su foco siempre estuvo en “dar con la tecla” para que el equipo se sintiera seguro y pudiera competir, mejorando “poco a poco” sin importar la idea inicial. Los resultados hablan por sí solos: solo dos derrotas en 2025 y los mismos puntos sumados en la segunda vuelta que en toda la primera.
Los refuerzos de invierno y la recuperación de Edu Expósito han sido determinantes. Expósito, con su “pausa” y calidad cerca del área, aporta esa calma necesaria que antes faltaba en los metros finales. Y sobre Leandro Cabrera, a menudo señalado en el pasado, González es rotundo: “Yo puedo hablar del tiempo que yo llevo aquí… Desde el momento en que he llegado el rendimiento es muy bueno, muy alto”. Elogia su importancia y cómo se ha ganado el reconocimiento a base de rendimiento, “como debe ser”.
Ganar fuera de casa siempre ha sido un desafío para el Espanyol, una tarea históricamente complicada que, quitando temporadas excepcionales, ha marcado una diferencia con el rendimiento local. Pero esta temporada, el equipo también ha crecido a domicilio, compitiendo a un mejor nivel en la segunda vuelta. El técnico sitúa la victoria ante el Real Madrid como el punto de inflexión, donde el equipo “cambió el chip” y la “energía” se renovó tras las vacaciones. El nivel general de la plantilla ha subido, tanto de titulares como de suplentes, lo que permite mantener la inercia incluso con cambios.
Con nueve partidos por delante y un grupo amplio de equipos implicados en la “gresca”, la situación es “dura y complicada”. Pero Manolo González no pierde la fe: “Sí, estoy convencido que sí [el equipo se salvará], siempre lo he dicho”. Sabe que no será fácil, “pero no para nosotros sólo”. La clave, insiste, es competir “a muerte” en cada uno de esos encuentros que restan. La salvación es el objetivo, y el Espanyol, con un técnico que analiza cada movimiento propio y ajeno en este frenético “avispero” liguero, parece preparado para la batalla final.