Había una vez un delantero, cuyo nombre, Mariano Díaz, resonaba con ecos de promesas incumplidas y una presencia casi espectral en los banquillos de la élite. Tras un peregrinaje de lesiones y contratos sin minutos, el fútbol, caprichoso como pocos, le ha brindado un inesperado escenario para su resurgir: la selección nacional dominicana. Su reciente aparición, culminada con un gol, no es solo una noticia deportiva, sino el comienzo de un relato sobre la perseverancia y, quizás, una redención.
El Silencio que Precedió al Grito
Durante casi un año, Mariano Díaz, el jugador que una vez vistió la camiseta del Real Madrid y el Sevilla, parecía más una leyenda urbana que un futbolista en activo. Las dolencias en el tendón rotuliano se convirtieron en su sombra, impidiéndole no solo encontrar un nuevo equipo tras finalizar su contrato con el Sevilla el pasado junio, sino incluso participar en citas importantes como los Juegos Olímpicos con su selección. La inactividad parecía haberle pasado la factura, o quizá una beca para el retiro anticipado. Su último gol, allá por mayo de 2022 con el Real Madrid, era un eco lejano, casi un recuerdo de otra vida.
A sus 31 años, en un fútbol que no perdona las pausas prolongadas, la situación de Mariano era, cuanto menos, delicada. Se le buscaba en el césped, pero se le encontraba en las listas de “agentes libres”, un purgatorio para muchos talentos.
El Escenario Dominicano: Un Salvavidas Inesperado
Y entonces, llegó la convocatoria. Marcelo Neveleff, el seleccionador de la República Dominicana, decidió apostar por él. Una decisión que, para algunos, podría parecer arriesgada: llamar a un jugador sin ritmo competitivo, sin equipo. Pero Neveleff lo tuvo claro, y sus palabras, lejos de la cautela, fueron un espaldarazo: “La llegada de Mariano ayuda al crecimiento emocional, técnico y táctico del equipo.” Una suerte de terapia de grupo con balón, donde la mera presencia del “9” aportaría más que su forma física.
Fue así como, frente a Puerto Rico, Mariano Díaz volvió a sentir el césped bajo sus botas, cerca de un año después de su último partido profesional. Y como si el guion estuviera escrito por un dramaturgo con dotes de ironía, el delantero hispanodominicano no solo jugó, sino que marcó el primer gol en la victoria por 2-0, con Junior Firpo anotando el segundo. Un tanto que rompía una sequía de casi dos años en su cuenta personal y que, en un instante, reavivaba la llama de una carrera que muchos daban por extinguida.
¿Un Casting en Pleno Partido Internacional?
El gol no fue solo un tanto más; fue un grito, una declaración. Fue el recordatorio de que, a pesar de las lesiones y la ostracización profesional, la calidad intrínseca de un futbolista no desaparece por completo. Es una paradoja que un jugador sin club se convierta en el héroe momentáneo de una selección, usando el fútbol internacional como una especie de vitrina improvisada, un “casting” en pleno partido oficial.
La imagen de Mariano celebrando, o el simple hecho de verlo disputar un balón con intensidad, es un mensaje no solo para los aficionados dominicanos, sino para el mercado futbolístico. Tras superar sus problemas en el tendón rotuliano, su desempeño con la selección es una prueba de que aún puede ofrecer algo, que el motor no está del todo oxidado.
El Próximo Capítulo: ¿Un Contrato o el Final?
Ahora, la pregunta que flota en el aire es inevitable: ¿Servirá este regreso con la selección dominicana como trampolín para que Mariano Díaz encuentre un nuevo equipo? El fútbol es un negocio implacable, y la veteranía unida a un historial de lesiones no facilita las cosas. Sin embargo, la confianza depositada por su seleccionador y, sobre todo, el gol y los minutos disputados, son un activo inestimable.
El camino de Mariano ha sido tortuoso, lleno de altibajos, de luces y, sobre todo, de muchas sombras. Pero su capacidad para levantarse, para buscar un espacio donde sentirse de nuevo futbolista, es un recordatorio de que, incluso en la cima del deporte profesional, la pasión y la oportunidad pueden reescribir un destino. El reencuentro de Mariano Díaz con el gol y con el césped es, en última instancia, una historia de esperanza, un recordatorio de que en el fútbol, como en la vida, nunca se está del todo derrotado mientras haya un balón que patear y una oportunidad para demostrar de qué se está hecho.