Quién sabe si Dean Martin, o todos aquellos que después de él han reinterpretado su obra maestra, está escalando las listas de éxitos en Italia. Lo cierto es que entre Turín primero y Milán después, su ‘Sway’ ha vuelto a estar de moda con fuerza en nuestras latitudes. Y no, no se trata de un repentino regreso del Jazz – por otro lado deseable – en las nuevas generaciones; más bien es una cuestión de costumbre, de ritmos y bases utilizadas por las aficiones de Italia. Primero el Toro, con Urbano Cairo. Luego el Milan, con Cardinale. Sí, porque ese “Cardinale debes vender, vete, vete” es sin duda el leitmotiv de San Siro en estas últimas semanas; la melodía principal en la lista de éxitos de la Curva Sud, el primer coro cantado incluso en el momento de la entrada al campo después del cuarto de hora de protesta el pasado fin de semana contra la Lazio.
Hay malestar hacia la propiedad, en el entorno rossonero. Y es difícil no entender las razones de este sentimiento. Sí, porque al detenerse y unir los puntos, como en las páginas figurativas de la Semana Enigmática, del Milan surge una imagen confusa, un garabato. Y de alguna manera, vale la pena intentar poner un poco de orden, especialmente ante las noticias que se filtran en estas horas precisamente desde las salas de poder de Casa Milan. Los rumores de mercado nos dicen de hecho que Igli Tare está destinado a convertirse en el nuevo director deportivo de los rossoneri. Y quizás este sea el mejor argumento posible para contar qué cortocircuito ha sido el AC Milan en los últimos dos años.
Sí, porque una sala de mando que funcione, una jerarquía de control, en el Milan existía y de qué manera. Y con Paolo Maldini y Ricky Massara los rossoneri habían emprendido un camino que primero había arreglado las cuentas, y al mismo tiempo traído resultados en el campo. El Scudetto y una inesperada semifinal de Champions en la temporada siguiente. Maldini y Massara habían obtenido resultados de todo respeto; pero sobre todo tenían un plan ambicioso específico. ¿Su culpa? Pedir inversiones, intentar obtener un esfuerzo extra de la propiedad.
Aquí nace el principio del fin. Porque en ese momento, hace dos años, el CEO Furlani convence evidentemente a la propiedad de que el problema está precisamente en Maldini y sus ambiciones. La sociedad agradece y despide a su leyenda con dos líneas – dos – en su propia página web, y a partir de ahí comienza el accidentado viaje que nos lleva hasta hoy. Un camino de elecciones semifallidas, en las que destacan en primer lugar los híbridos y los cortocircuitos a nivel societario – Ibrahimovic sobre todos – y a los que han seguido las elecciones de jugadores y entrenadores, cuyos resultados hablan por sí solos.
Y así, dos años después, el CEO Furlani se da cuenta de que evidentemente todavía se necesita un verdadero director deportivo en el Milan. Y convence a la propiedad Cardinale de que uno como Tare, justamente, es adecuado para ellos. Todo encaja. Si no fuera porque en una cadena de control ‘normal’, en este punto, a la propiedad le surgiría alguna duda legítima sobre la bondad de las decisiones anteriores de su propio administrador delegado. En el Milan, sin embargo, no ha sucedido.
Este es el panorama del Milan. Despiadado, en su confusión y en sus contradicciones. En una realidad de los hechos que nos cuenta de una afición que, desde aquel comunicado sobre Maldini en adelante, no ha acertado ni una, ni dentro ni fuera del campo; y que ahora confía en Igli Tare, excelente director deportivo con la Lazio de Lotito, a quien se le pide que intente poner un poco de orden al menos a nivel deportivo. Y por lo tanto, buena suerte al recién llegado. La sensación, desenredando la madeja, es que la va a necesitar.