Es un Milan sin esperanza. Lo peor es que a finales de febrero mires hacia adelante y sepas que será una larga y lenta agonía. Sabes muy bien que no se sale de esta y que te enfrentarás a más decepciones. Ya son 11 derrotas hasta hoy, muchísimas. Se proyecta que se podría llegar a 15/16 partidos perdidos en una temporada: inaceptable si te llamas Milan.
Un equipo casi acostumbrado a perder: ha sucedido 3 veces en los últimos 5 partidos, en los que solo ha logrado una victoria ajustada contra el Verona y un empate, que sabe a derrota y eliminación, contra el Feyenoord. Un período muy oscuro, que de hecho comenzó en agosto, cuando era evidente que este proyecto no tenía bases sólidas y que quien se puso a hacer de arquitecto no tenía las competencias. El resultado es que el Milan es música y sinfonía para los oídos de los demás, lejos del rock and roll citado esta semana por Ibrahimovic en la enésima entrevista equivocada, por tiempos y contenido, contando una realidad muy diferente, como si su equipo fuera primero en la clasificación con +20. En cambio, es octavo a -16, con apenas un punto más que la Roma que ha tenido problemas increíbles.
El Milan está sin esperanza, no hay nada a lo que agarrarse, empezando por la Sociedad. Tampoco hay un equipo al que agarrarse, ni un entrenador. Conceiçao, desde cierto punto de vista, también tiene razón cuando recuerda su currículum: el problema es que el ambiente rossonero resulta dañino incluso para quien entrena. Así como no era culpa de Fonseca antes, tampoco es culpa de Conceiçao ahora, él también víctima de las carencias y errores de la directiva. Todo viene en cascada desde ahí. El daño es incalculable. No ir a Champions dejará secuelas también de cara al mercado. Ciertos jugadores no vendrán porque el Milan no disputará la competición, otros pedirán irse, otros más serán vendidos porque hay que salvaguardar el balance.
En resumen, un desastre ante el que estamos, lamentablemente, sin esperanza.