Hay noches en las que el ambiente en el estadio Maradona de Nápoles es único en Italia. Mi relato del partido Napoli-Inter comienza con el anuncio de las alineaciones, especialmente la del Inter. El ruido de los silbidos es tan ensordecedor que resulta imposible conversar con la persona de al lado. Literalmente, no se escucha la propia voz.
Napoli-Inter es, ante todo, volumen, intensidad y emoción. Un ejemplo: como es habitual, durante el calentamiento suena “Live is Life”, la canción del famoso calentamiento de Maradona en el Olympiastadion de Múnich. La sensación es que algunos jugadores querrían dejarse llevar por la música y las imágenes evocadoras, pero casi todos se detienen, quizás intimidados por una comparación involuntaria.
Todos menos uno, un jugador que, como diría Claudio Ranieri, “cultiva el niño que ama el fútbol”: Marcus Thuram. Con la música de fondo, el francés toma el balón e intenta homenajear a Maradona, imitando su famoso calentamiento. Hace toques con los muslos, levanta la pelota y la mantiene suspendida entre la nariz y la frente. Luego la deja caer y la lanza al aire, intentando bajarla, como hacía Diego. Es un pequeño gesto que refleja cómo vive el fútbol Thuram. Justo antes de comenzar el segundo tiempo, hablando con McTominay, al verlo serio y concentrado, le dice: “Smile” (sonríe) y señalando el estadio Maradona lleno a rebosar, añade “It’s Beautiful” (es hermoso). En esencia, le dice que sonría y disfrute del espectáculo. Días antes, el número 9 del Inter se había hecho trenzas y, al encontrarse con Anguissa al final del primer tiempo, uno con trenzas mucho más largas, se las muestra entre risas. Thuram tiene la capacidad de disfrutar de estas noches sin perder la sonrisa. Además, considerando su estado físico y el calendario del Inter, incluso podría no haber jugado este partido.
Viendo al Inter de cerca, la sensación es que Inzaghi, de aquí al final de la temporada, tendrá que gestionar las piernas de sus jugadores más que sus mentes. Tomemos el caso de Calhanoglu, quien ha tenido varios problemas este año, incluyendo el golpe que recibió de McTominay a los 7 minutos de partido. El turco aguanta en el campo tanto como puede, pero al final del primer tiempo, antes de entrar al vestuario, le dice al cuerpo técnico de Inzaghi: “Me duele demasiado, madre mía”.
A intervalos regulares, intenta mover la pierna para que no se enfríe, y por eso vuelve al campo 5 minutos antes que sus compañeros, para evitar que el músculo se resienta. Pero incluso allí, al encontrarse con Correa, le confiesa: “En cuanto estiro la pierna… madre mía”.
De hecho, a los 4 minutos del segundo tiempo, el turco tiene que ser sustituido, al igual que Dimarco, por una molestia muscular. Esto supone un problema para Inzaghi, ya que la situación en los laterales ya era complicada antes del partido.
En este punto, se genera cierta confusión en el banquillo del Inter. Inzaghi pide varias veces un cambio al 4-4-2, pero el equipo no lo asimila bien. Dumfries, por ejemplo, no entiende si debe jugar por la derecha o por la izquierda. Esto ocurre en el minuto 50. Siete minutos después, Inzaghi desiste del 4-4-2 y da la señal de volver al 5-3-2, pero en el minuto 70, cambia de nuevo el mensaje al equipo. Entra al campo con el juego parado, convencido de que puede hacerlo, para pedir un rápido tiempo muerto. A todos les dice 4-4-2, Barella a la derecha y Dumfries a la izquierda, pero justo antes de que se reanude el juego, llama a Mkhitaryan y le dice: volvemos al 3-5-2, pero Barella sale con fuerza por la derecha y Denzel por la izquierda. En resumen, el entrenador del Inter quería una estructura híbrida, defendiendo con 5 pero pasando a 4 para presionar al Napoli, pero el mensaje se perdió en el ruido del Maradona.
En el otro banquillo, a pocos metros, Conte tiene un espíritu muy diferente al de Como. Empieza con energía, como hizo en el lago, pero esta vez no se apaga, sino que iguala el partido desde el banquillo. Cuatro minutos antes del 1-1, rediseña el Napoli: le grita a Billing “davanti” (delantero), tiene que jugar al lado de Lukaku. A Okafor le dice que se mantenga abierto y a McTominay: Scott… midfielder (centrocampista). 4-2-4. Billing acompaña la jugada de Lobotka y marca el 1-1. La celebración de Conte recuerda a la Eurocopa 2016, cuando saltaba sobre el banquillo y sobre sus colaboradores. Hace lo mismo con Oriali, antes de acercarse a Lukaku y decirle “calma” señalándose las sienes. Quiere ganar. Pero el plan de Lukaku no funciona, o mejor dicho, el de Lukaku antes que el de Conte, porque al final del primer tiempo, justo antes de que McTominay hablara con Thuram, el delantero del Napoli le había susurrado al escocés: “just one goal and it’s over”. Marcamos uno y se acabó.
Pero el partido termina 1-1, y su decepción al final del partido es evidente, incluso Oriali se da cuenta, lo abraza y le dice: “Está bien así, está bien así, hemos demostrado que estamos ahí, estamos ahí”, y se lo repite hasta que el belga asiente.
Cada equipo sale de este partido con sus propias certezas: el Napoli, que está ahí y lo estará hasta el final; el Inter, que en un calendario frenético, se tambalea pero no pierde y, de momento, sigue líder.