Para entender la situación, recapitulemos. Domingo 2 de febrero. El Napoli llega al Estadio Olímpico para el partido nocturno, percibido por muchos como un “punto decisivo”. El Inter empató 1-1 en el derbi con el Milan y los hombres de Conte, tras siete victorias consecutivas en liga, podrían escaparse a +5. El gol de Angelino mantiene viva la lucha por el Scudetto.
Aunque faltaba mucho para el final, y estábamos solo a principios de febrero, con un Napoli así y Conte en el banquillo – sin competiciones europeas – ese potencial +5 habría dado una gran sensación de “colchón”, de esa ventaja que alguien como Antonio Conte, con 8 victorias consecutivas, incluidas las tres últimas contra Atalanta, Juve y Roma, no suele dejar escapar.
Este escenario no se materializó por cuestión de minutos. Un gol que, como en las películas de Nolan, abre otra realidad completamente diferente e inesperada. Tras ese gol, el Napoli se desmoronó, revelándose menos fuerte de lo que pensaba. Un truco que Conte había ocultado bien, claro está. Los napolitanos no habían deslumbrado por su juego, estando lejos de la creación de Spalletti de hace dos años.
Pero cuando eliges a Conte, la victoria no implica la estética, sino la función principal: ser efectivo. Nadie pensaba que un pequeño detalle como el gol de Angelino pudiera abrir una brecha. Udinese, Lazio y Como – dos puntos de nueve posibles – hicieron entrar un viento gélido, congelando a un equipo y a una ciudad que no se llevan bien con el frío.
La verdadera sorpresa es la inesperada baja calidad del trabajo de Conte. Porque si sus equipos siempre habían sido una garantía de solidez, este Napoli de febrero se ha revelado una sorpresa inesperada, menos resistente que los del pasado reciente. Para encontrar una racha negativa similar de Conte – ninguna victoria en cuatro jornadas consecutivas desde enero – hay que remontarse a su primera experiencia en la Juventus. Aquella que terminó invicto y con el Scudetto, pero que vio a su Juve sumar 4 puntos entre finales de febrero y mediados de marzo de 2012.
Un Conte que entonces estaba aprendiendo, un artista menos astuto que ahora. Y en cambio, este Napoli de febrero parece remendado. Por necesidad, claro. Parcheado tras la pérdida defensiva de Buongiorno y no preparado para las soluciones tras la baja de Neres. El Napoli ha tenido que reinventarse tácticamente y, aunque Conte ha hecho ajustes, esta vez no han funcionado. Generando descontento y críticas sobre un equipo que no es particularmente atractivo ni funcional.
En resumen, el Inter llega al Maradona y encuentra un Napoli paradójicamente debilitado. Mentalmente bloqueado por lo que pudo ser y no fue; y por eso vulnerable, en espíritu y en el ambiente que lo rodea. Un partido que genera una sensación opuesta a la esperada. Con la Champions League en juego, este partido parecía crítico para el Inter. Hoy, en cambio, lo es para el Napoli. Un partido matemáticamente y emocionalmente pesado. Porque con una derrota, el Inter se iría a +4; pero sobre todo porque con una diferencia de 9 puntos en un mes desde aquel gol de Angelino, esa brecha abierta no prometería nada bueno.