El fútbol, ese deporte capaz de escribir los guiones más inesperados, nos regaló en los cuartos de final del Mundial de Clubes de la FIFA un capítulo memorable. El Paris Saint-Germain se enfrentaba al siempre temible Bayern Múnich en un duelo de gigantes europeos, y el resultado, un 2-0 a favor de los parisinos, apenas cuenta la mitad de una historia llena de dramatismo, goles y, curiosamente, tarjetas rojas.
La primera mitad se podría resumir como un intenso pulso entre los guardametas. Tanto Gianluigi Donnarumma por el lado francés como el veterano Manuel Neuer por el alemán, demostraron por qué están entre los mejores del mundo. Las ocasiones no tardaron en llegar: Désiré Doué, Khvicha Kvaratskhelia y Fabián Ruiz probaron suerte para el PSG sin acierto inicial, mientras Donnarumma se empleaba a fondo para desbaratar intentos del Bayern, incluyendo una notable intervención ante un disparo de Michael Olise.
Hubo momentos de zozobra para ambos. El Bayern llegó a celebrar un gol de Dayot Upamecano que fue rápidamente anulado por fuera de juego, un aviso de que la defensa parisina debía estar atenta. Poco antes del descanso, un desafortunado choque entre Donnarumma y el joven talento alemán Jamal Musiala terminó con este último abandonando el campo lesionado, un duro golpe para el conjunto bávaro.
Tras la pausa, el partido mantuvo su intensidad. Bradley Barcola puso a prueba a Neuer en un mano a mano, pero el meta alemán resistió. Sin embargo, incluso los mejores tienen sus despistes. Un despeje de Neuer rebotó inesperadamente en Kvaratskhelia, dejando el balón a merced de Ousmane Dembélé. Aunque la defensa logró recomponerse a tiempo para evitar que la jugada acabara en gol, fue un preaviso de que la muralla bávara no era inexpugnable.
Y entonces llegó el momento clave. Cuando todo parecía abocado a la prórroga, Désiré Doué, quien no había tenido su tarde más inspirada en cuanto a toma de decisiones (algo habitual en su joven carrera, pero que compensa con chispazos de genialidad), se armó de valor y soltó un disparo desde fuera del área. El balón, con una trayectoria que pareció confundir a Neuer —quien dio un paso en falso en el momento menos indicado—, terminó anidándose en la red. ¡Gol del PSG! La ventaja era real, pero el drama estaba lejos de terminar.
A partir de ahí, el guion se volvió de película de acción. Apenas unos minutos después del gol, el PSG se quedó con diez hombres por la expulsión de Willian Pacho tras una entrada sobre Leon Goretzka. El Bayern, con superioridad numérica, se volcó al ataque. Harry Kane vio cómo le anulaban un gol por un nuevo fuera de juego, para desesperación de los aficionados bávaros.
Y justo cuando el tiempo se agotaba, la situación empeoró para el PSG. Lucas Hernandez fue expulsado por un codazo involuntario sobre Raphaël Guerreiro. Con nueve jugadores en el campo y el Bayern buscando el empate a la desesperada, la resistencia parisina parecía una misión imposible. Pero el fútbol, como decíamos, es impredecible.
En una de las últimas jugadas del partido, y a pesar de la desventaja numérica, el PSG lanzó un contraataque. Ousmane Dembélé recibió el balón y, con la frialdad de un cirujano, cruzó un disparo que superó de nuevo a Neuer y sentenció el partido. El 2-0 era una realidad. La victoria, agónica y heroica, estaba en el bolsillo.
Así, el Paris Saint-Germain, demostrando una enorme capacidad de sacrificio y resiliencia, con dos hombres menos durante los últimos minutos, logró eliminar al potente Bayern Múnich y sellar su billete para las semifinales del Mundial de Clubes. Un partido que sin duda pasará a la historia del torneo.