El majestuoso estadio de San Siro fue testigo de un encuentro de la Coppa Italia que, aunque predecible en su resultado final, no careció de momentos de tensión y drama. El AC Milan recibió al Lecce en la segunda ronda de la competición, un partido que prometía ser un trámite para los Rossoneri, pero que se convirtió en una demostración de persistencia, estrategia y, para qué negarlo, la inevitable superioridad de un gigante ante un rival combativo pero mermado.
Un Asedio Temprano: La Paciencia de los Grandes
Desde el pitido inicial, el guion del partido quedó perfectamente claro. El Milan, bajo la atenta mirada de un siempre estratégico Max Allegri (o en este caso, de su fiel escudero Landucci, quien enfatizó la importancia de abordar cada compromiso con seriedad), saltó al campo con la firme intención de resolver el encuentro por la vía rápida. La portería de Fruchtl, el meta del Lecce, se transformó en un centro de operaciones milanista. Las ocasiones por doquier: Giménez, Nkunku, Loftus-Cheek… parecían empeñados en hacer de la fase inicial un ejercicio de tiro al blanco.
El joven Bartesaghi, desbordante por la banda izquierda, tejía jugadas de peligro con una madurez sorprendente, mientras Nkunku coqueteaba con el gol, incluso enviando un balón al poste. Uno casi podía escuchar el suspiro colectivo de la afición cuando el esférico se negaba a entrar, quizás preguntándose si el balón tenía algo personal contra ellos. Fruchtl, por su parte, se erigía en una figura monumental, deteniendo cada embestida con la tenacidad de un muro, como si llevara tres brazos en lugar de dos.
El Punto de Inflexión: Cuando la Táctica se Encuentra con la Disciplina
Apenas superado el primer cuarto de hora, el partido giró bruscamente. Christopher Nkunku, con esa velocidad que desafía la física, se proyectó con decisión hacia el área rival. Una entrada desesperada de Siebert, defensor del Lecce, al borde de la frontal, detuvo ilegalmente el avance. La tarjeta amarilla inicial no tardó en transformarse en un rojo brillante tras la intervención del VAR, que, con su ojo infalible y su paciencia casi infinita, dictaminó la negación de una clara ocasión de gol. El Lecce, que ya venía sufriendo el acoso milanista, se encontraba ahora con un hombre menos y un abismo táctico que escalar en el corazón de San Siro.
Giménez Rompe el Cerco: El Fruto de la Persistencia
Con la superioridad numérica, la presión del Milan se intensificó hasta lo insostenible. Y fue en el minuto 20 cuando, por fin, el asedio rindió sus esperados frutos. De nuevo, Bartesaghi se internó con audacia por la banda izquierda y sirvió un pase raso y envenenado que cruzó el área. Allí estaba Giménez, al acecho, para empujar el balón a la red con una contundencia que liberó la tensión acumulada en el estadio. Un gol que no solo adelantaba a los Rossoneri, sino que confirmaba la lógica futbolística: la insistencia, a menudo, es la madre de la victoria, incluso cuando la suerte parece esquiva al principio.
Un Camino Marcado: Hacia la Próxima Ronda
La victoria del Milan en esta fase de la Coppa Italia no es solo un paso más en la competición; es una declaración de intenciones. El equipo de Max Allegri, quien según Landucci se esfuerza por mantener “un gran ambiente en el vestuario” y “volar bajo”, ha demostrado que incluso en partidos que podrían considerarse menores, la profesionalidad y el hambre de victoria son innegociables. El Lecce, a pesar de su valentía y los esfuerzos de un debutante como De Winter, que se mostró orgulloso de su participación, no pudo contener la marea roja y negra.
Ahora, el horizonte milanista apunta directamente al Lazio en la tercera ronda. Un nuevo y exigente desafío en el camino hacia la gloria copera, donde cada victoria construye la moral y fortalece el espíritu de un equipo que aspira a grandes cosas esta temporada. La Coppa Italia, un trofeo que a menudo se subestima en comparación con la liga o la Champions, se presenta como una oportunidad dorada para el Milan de reafirmar su estatus y dejar su huella. Y con Giménez en racha y la defensa mostrando solidez, las cosas pintan de maravilla para los Diavoli.
Álvaro Montenegro 
Mateo Beltrán