El fútbol, a veces, se niega a ser predecible. Lo que debería ser un encuentro rutinario de clasificación se transforma en una epopeya, un choque de voluntades donde la lógica se rinde ante el drama. Así fue la noche en que la Selección Italiana, los venerados Azzurri, se enfrentaron a Israel. Lejos de la sobriedad defensiva que históricamente les caracteriza, Italia se enredó en un frenético 5-4, una victoria que fue tanto un festejo de resiliencia como una alarma sobre sus vulnerabilidades.
El Vértigo de un Partido de Nueve Goles
Desde el pitido inicial, quedó claro que este no sería un partido común. Fue una montaña rusa de emociones, un vaivén de esperanzas y desilusiones. El mediocampista Manuel Locatelli, en un giro del destino que solo el fútbol puede orquestar, se convirtió en protagonista involuntario al marcar un autogol que puso a Israel por delante. Una ironía cruel para un jugador que encarna la tenacidad italiana. ¿Quizás fue una sutil declaración de que “vamos a hacer esto de la manera difícil”?
Pero el espíritu de la Nazionale es inquebrantable. Moise Kean, con una voracidad encomiable, se encargó de igualar la contienda en dos ocasiones, devolviendo la esperanza al banquillo y a los aficionados. Italia logró remontar hasta un 4-2, con goles de Matteo Politano y Giacomo Raspadori, pareciendo que finalmente pondrían orden en el caos. Sin embargo, la ventaja se disolvió tan rápido como se construyó, y el marcador volvió a un inquietante 4-4.
Justo cuando el empate parecía el desenlace inevitable, en el minuto 91, apareció Sandro Tonali. Su disparo cruzado, con la precisión de un cirujano y la fe de un creyente, se coló por el palo más lejano, sellando una victoria 5-4 que hizo estallar de alivio a los italianos. Una victoria agónica, sí, pero victoria al fin y al cabo.
Locatelli y el Elogio al “Carácter” Italiano
“Fue un partido de locos, concedimos goles, marcamos, volvimos a conceder para el 4-4 y luego ganamos 5-4. Creo que lo que debemos destacar es el carácter de este equipo. También cometimos muchos errores que deben ser analizados, no tuvimos el enfoque correcto desde el principio, y eso no puede pasar.”
— Manuel Locatelli
Las palabras de Locatelli post-partido resonaron con la honestidad de quien vivió la batalla en primera persona. Su análisis, tan franco como su desempeño en el campo (que incluyó, además del autogol, un despeje crucial bajo palos), subraya la dualidad de la actuación italiana. ¿Cómo puede una selección ganar un partido así de descontrolado y al mismo tiempo carecer del “enfoque correcto”? La respuesta reside en ese nebuloso, pero poderosísimo, concepto de “carácter”.
Este carácter no es solo la capacidad de luchar hasta el final; es la impronta cultural de una nación que se niega a rendirse, incluso cuando las cosas se ponen difíciles. Es la belleza de la imperfección, la victoria conseguida no por la impecable perfección táctica, sino por la pura fuerza de voluntad. Quizás la nación que patentó el catenaccio esté aprendiendo a abrazar una forma de ganar más… desordenada, si se quiere.
Tácticas, Vulnerabilidades y la Búsqueda del Equilibrio
La metamorfosis táctica de Italia, pasando de un 4-2-3-1 en su victoria previa a un 3-5-2 contra Israel, sugiere una experimentación activa por parte del cuerpo técnico. Sin embargo, el resultado de nueve goles plantea serias preguntas defensivas. Locatelli mismo insinuó que “quizás fue el deseo excesivo de marcar más goles para la diferencia de goles lo que nos llevó a cometer errores”. Una explicación plausible, pero que no oculta la necesidad de mayor solidez.
Los contragolpes de Israel encontraron grietas en la retaguardia italiana con una facilidad preocupante. Este partido fue un espejo de las aspiraciones ofensivas del equipo, sí, pero también un recordatorio brutal de que la base de cualquier éxito futbolístico sigue siendo una defensa robusta. En el camino hacia el Mundial de 2026, encontrar el equilibrio entre la creatividad en ataque y la disciplina defensiva será la clave para los Azzurri.
El Despertar de la Nueva Guardia Ofensiva
En medio del torbellino, una luz brillante emerge: la prometedora sociedad atacante entre Moise Kean y Mateo Retegui. Locatelli los describió como “delanteros verdaderamente talentosos y también muy buenos chicos, lo cual es crucial para nosotros en el presente y el futuro”. Esta dupla, con su energía y capacidad goleadora, representa una esperanza tangible para el futuro ofensivo de Italia, que busca renovar sus filas tras una generación dorada.
Su química en el campo, capaz de generar peligro y convertir bajo presión, es un activo invaluable. En un partido donde los errores defensivos fueron evidentes, la capacidad de estos jóvenes para responder con goles fue lo que finalmente inclinó la balanza.
Mirando hacia el Mundial 2026: Una Victoria con Sabor a Lección
Los tres puntos obtenidos son “de oro”, como bien señaló Locatelli, especialmente después de un partido tan agotador emocionalmente. Esta victoria posiciona a Italia en el segundo lugar de su grupo de clasificación para el Mundial de 2026, empatados a puntos con Israel, pero con un partido menos. El camino es largo, y cada punto cuenta, pero la forma en que se ganó este partido podría ser un punto de inflexión.
¿Fue esta una noche para olvidar rápidamente los errores y recordar solo la victoria, o una valiosa lección para crecer? Probablemente ambas. La épica victoria 5-4 contra Israel será recordada como un testimonio del espíritu italiano, un equipo capaz de lo mejor y lo peor en cuestión de minutos. El fútbol, al final, sigue siendo un deporte de emociones, y esta noche, Italia nos las brindó todas.